Carlos Yepes A.
Con ocasión de la guerra desatada en la antigua Unión Soviética, mi hija de ocho años ante imágenes que muestran hombres despidiendo en la frontera de Ucrania a sus familias, por la inminente necesidad de que permanezcan en su país para apoyar a su presidente, de quien hemos visto imágenes en camuflado y en el frente de batalla defendiendo su nación, me ha preguntado ¿papi…tu nos dejarías por ir a la guerra? Le expliqué en principio que es un deber ciudadano y constitucional en Colombia, como en muchos países, que los hombres apoyemos en una situación de guerra, la defensa de nuestra nación y nuestro territorio.
Pero más allá de esta primera explicación, algo compleja para su edad, hizo nacer en mí una reflexión – ¿Valdría la pena defender con mi vida un país como el nuestro? Recordemos que así lo hicieron nuestros próceres de la independencia cuando creyeron que entregando sus vidas ayudarían a una nueva Colombia de ahí en adelante.
Cuando reflexiono entonces al respecto me encuentro con un escenario de país donde la salud es un negocio privado con el que se lucran pocos a costa del sacrificio de muchos; donde la desigualdad y el hambre son la constante en la mayor parte del territorio; donde las vías y la infraestructura rural tienen un atraso milenario y mantienen al sector agropecuario en un circulo de pobreza; donde la corrupción campea y desangra nuestras débiles instituciones; donde la educación sigue siendo un privilegio y no un factor de progreso social; donde la cultura ciudadana nos aleja de la sana convivencia; donde la drogadicción sigue absorbiendo a nuestros jóvenes; donde el narcotráfico maneja el poder y el hampa; donde la guerrilla no deja de ser lo que ha sido y donde la indiferencia de todos nos mantiene donde estamos.
Este modelo de país debe cambiar, no es justo con los que sacrificaron sus vidas en la guerra de independencia, esperaban que nosotros construyéramos una nueva Colombia, una verdadera patria, que dista de la que tenemos hoy. Debemos batallar por una nueva nación que albergue nuestros deseos y nuestros anhelos, que interprete y entienda que Colombia puede ser mejor y que ésta no es la Patria que nuestros hijos se merecen; nuestro legado histórico y generacional no puede ser la desafortunada realidad que estamos padeciendo.
Tenemos que trabajar por el cambio y la manera de hacerlo es participando en las decisiones. Por ahora libremos nuestra primera batalla y es la de lograr llevar al Senado a un Huilense que ha sabido entender y tiene la lectura clara de lo que necesita el país, por eso su propuesta de salud es incluyente, la de educación está basada en las nuevas esferas del conocimiento y la reactivación del agro es para él una prioridad, sus propuestas y sus ejecutorias me motivan a darle mi voto de confianza para que desde el congreso nos represente y junto con él y su actividad legislativa podamos contribuir a la construcción de una nueva Colombia por la que algún día nos sintamos tan orgullosos y comprometidos hasta tal punto de defenderla incluso con nuestras vidas.
Por eso voy a acompañar la aspiración de Carlos Julio Gonzalez Villa al Senado de la República e invito, de manera respetuosa a mis amables lectores, a que se unan en el propósito de llevar a este Huilense al Congreso.