ERNESTO CARDOSO CAMACHO
En recientes columnas he querido demostrar la veracidad del conocido aforismo según el cual, la democracia es el mejor sistema político a pesar de sus limitaciones y fragilidades.
Desde el comienzo de la humanidad cuando se hizo indispensable definir unas reglas mínimas de convivencia ciudadana, para que unos gobernaran en nombre y representación del pueblo soberano, elegir y ser elegido, constituye la esencia del sistema democrático.
Después de tantos siglos de permanente evolución de las ciencias sociales y políticas, la vieja democracia sigue siendo la que garantiza la estabilidad institucional de una nación, así como el único sistema que puede desarrollar la vigencia y aplicación eficaz de los derechos fundamentales para consolidar la dignidad humana.
Desde la teoría política de Montesquieu, la división del poder en las tres ramas del poder público ha servido para que dicha estabilidad se manifieste en la autonomía e independencia entre el legislativo, el ejecutivo y el judicial; pero en colaboración armónica para la eficaz realización de los fines del Estado como bien lo señala nuestra Carta Política.
El próximo domingo estaremos convocados a una nueva jornada democrática. Existe sin duda alguna la sensación de cansancio, incredulidad y falta de confianza ciudadana en los procesos electorales, especialmente del legislativo. La prolongada pandemia, por sus devastadores consecuencias económicas y sociales, ha incrementado esas sensaciones de desgano y fatiga de los electores, quienes además rechazan con vehemencia las desigualdades sociales y la rampante corrupción.
Sin embargo, la jornada del domingo adquiere dimensiones trascendentes, dado que, por primera vez, elegiremos el nuevo congreso o poder legislativo y al mismo tiempo decidiremos quienes serán los escogidos de las tres coaliciones interpartidistas que aspiran a convertirse en los respectivos candidatos presidenciales para la primera vuelta en mayo y luego, quienes de ellos ganarán el tiquete para la segunda y definitiva vuelta electoral en junio.
Es necesario insistir en que cada elector recibirá los dos tarjetones de senado y cámara, y para escoger su preferencia en la consulta de su predilección, deberá exigirle al jurado de la mesa que le entregue el tarjetón de la consulta que desea votar. En mi caso personal, exigiré el de la Coalición Equipo Por Colombia y escogeré la opción de DAVID BARGUIL.
Por otra parte, lo trascendente de la jornada del domingo tiene relación con definir en las urnas, cual modelo económico, social y político será el que escoja cada colombiano. Al respecto, es claro que el Pacto Histórico liderado por Petro, propone un cambio estructural en dicho modelo, el cual constituye sin duda alguna un mensaje populista y demagógico, similar al que han impuesto en Cuba, Nicaragua y Venezuela, donde la democracia ha sido reemplazada por la dictadura y en donde las libertades y derechos ciudadanos han sido restringidos para consolidarse en el poder.
Ese drama humano y social de dos millones de migrantes venezolanos caminando por nuestras carreteras, pidiendo limosna en los semáforos y regalando su fuerza de trabajo para poder alimentar a sus familias, es la dolorosa consecuencia de 20 años del ejercicio de una tiranía. Es necesario entonces mirarnos en el espejo del vecino.
En este panorama es comprensible entender que nuestro sistema democrático sufre una amenaza representada por ese modelo populista y demagógico. Es cierto que tenemos todavía muchos problemas económicos y sociales que resolver, pero esa propuesta del Pacto Histórico de Petro puede llegar a ser un verdadero salto al vacío o como se dice popularmente “peor el remedio que la enfermedad”.
En medio del desgano, la pereza y la incredulidad, si hay por quienes votar. En mi caso, debo decirlo con respeto que, en mi condición de conservador uribista, votaré e invito a hacerlo por los candidatos del Centro Democrático ALVARO HERNAN PRADA para el Senado, así como por CIELO ORTÍZ, para la Cámara. Por lo demás, los huilenses debemos ser regionalistas y evitar elegir a quienes vienen de otras regiones por los votos. A ellos y a sus mezquinos promotores, nunca más los volveremos a ver.
