Por: Carlos Tobar
Están empezando a aplicarse los primeros estudios de actualización del llamado “catastro multipropósito”. En la práctica es la aplicación de técnicas para establecer el valor de los predios y tierras, urbanas y rurales. Es lo que se conoce en el argot técnico como “avalúo catastral”, el valor sobre el cual las municipalidades, con la autorización expresa de los concejos municipales, aplican las tarifas de acuerdo a los usos que se le den a los suelos.
El avalúo catastral se diferencia del “avalúo comercial” en, se supone, que este último refleja el valor real de las transacciones ordinarias en la compraventa tierras. Es un hecho que la dinámica comercial cotidiana, de mayor frecuencia que las actualizaciones de los avalúos catastrales, generan una diferencia, muchas veces, significativa.
Cómo el avalúo catastral es la base para la aplicación del impuesto predial, uno de los más importantes ingresos fiscales de los municipios, su actualización para tratar de acercarlo al valor comercial, es un tema de gran sensibilidad en los ciudadanos propietarios de tierra.
Aunque es una política, la del catastro multipropósito, que se viene aplicando desde el gobierno nacional anterior, en este de Gustavo Petro, se viene acelerando su realización y posterior implementación.
Hay municipios y localidades donde los gobiernos municipales con el acompañamiento y asesoría del gobierno nacional, a través del IGAC, han venido desarrollando experiencias modelo que han dejado importantes enseñanzas.
Para el caso de las ciudades intermedias, como Neiva, el prototipo ha sido la ciudad de Popayán. Los resultados iniciales han disparado las alarmas, porque los incrementos de los avalúos superan el 2.000%, no solo en los ajustes urbanos, sino en los rurales. En el caso de poblaciones pequeñas cuya base catastral es fundamentalmente rural, los incrementos también han sido significativos. La proporción frente al valor real de los predios es muy superior lo que hace inviable su aplicación.
El tema no es fácil. Por el contrario, es de gran complejidad. Primero, porque el atraso histórico de la incorporación de la tierra como un factor clave de la producción nacional, lo arrastramos desde el período de la colonia. Toda la historia de la vida republicana ha estado signada por la contradicción de la propiedad de la tierra: mucha tierra en pocas manos (la mayor parte improductiva), y muchas manos sin tierra o con muy poca tierra (también caracterizada por una baja productividad).
El segundo aspecto es la vocación productiva de la tierra. Aunque tenemos una gran variedad de tierras para múltiples usos, lo cierto es que el país como tal nunca ha tenido una política nacional de producción de alimentos tanto para consumo interno como para exportación o usos industriales. Esa ausencia de una política nacional de usos del suelo, desde el punto de vista agrícola y pecuario, acompañada de un plan integral para su uso intensivo, es una de nuestras grandes debilidades.
El tema es denso y la discusión va para largo. Mi llamado de atención es para que pensemos bien su aplicación, so pena de que en lugar de una solución termine en un conflicto social de grandes proporciones.
Neiva, 03 de junio de 2024