Admirable historia de superación personal la del señor José Pedro Castillo Terrones, maestro de escuela, ex rondero de una organización campesina de autodefensa frente al abigeato y la delincuencia en Puña y dirigente sindical, indisputable líder de la huelga del magisterio de 2017; luego, se acostó bueno y sano y amaneció de Presidente de la República por el partido político Perú Libre, del ala marxista-leninista, superando a Keiko Fujimori por algo más de 40 mil votos; ganó por un sombrero -sin cabeza- ante la complicidad omisiva de un 23 % de electores potenciales que no entendieron la gravedad del asunto y se quedaron en casa tomando pisco sour.
Y lo primero que ha hecho es nombrar como jefe del gabinete a Guido Bellido encartado por la Fiscalía por apología del terrorismo; como Canciller a Héctor Béjar, exguerrillero fundador del Ejército de Liberación Nacional y en la sombra -cual Diosdado Cabello en potencia- campea el doctor Vladimir Cerrón, “dueño” del partido de gobierno y de la mitad de sus escaños, otro cerrero marxista-leninista, quien ha tenido la desfachatez de decir que “Venezuela es una democracia” y que “la izquierda tiene que aprender a quedarse en el poder”…
De don Pedro Castillo, como buen rondero, también se ha conocido que sus planes para sostenerse en la presidencia incluyen el fortalecimiento de las rondas campesinas para ir forjando un brazo político armado que le permita mantener a raya a la oposición, como lo han hecho en Venezuela con ese ejército de mercenarios cubanos, que seguramente el señor Maduro ya ha pensado en exportar a Perú para contener las protestas y mantener en el tiempo, a sangre y fuego, el recién llegado país al Socialismo del Siglo XXI.
Y es que los mandatarios neo-populistas dan mucho que hablar. ¿Qué tal la estupidez del presidente AMLO en México, dizque llamando a una consulta popular para enjuiciar a los expresidentes que hayan cometido delitos? ¿Es que en México no existen mecanismos administrativos o judiciales para hacerlo? Habría que empezar por enjuiciarlo a él, por mentecato, por malversación de fondos públicos, por gastarse casi US$ 26 millones para un ejercicio electoral sin pies ni cabeza (sin que ni siquiera fuera a votar), cual peculado de que habla el art. 223 del Código Penal Federal (“servidor público que indebidamente utilice fondos públicos… con el objeto de promover la imagen política o social de su persona… o a fin de denigrar a cualquier persona”); por el pésimo manejo del covid-19, que ya casi deja 300 mil víctimas fatales, y por doblegarse ante las mafias que le están manejando el país.
Post-it. El Evangelio pasado me transportó a Tierra Santa, al Lago Tiberíades y recuerdo la anécdota de mi buen amigo, el coronel Mario Castaño, quien de turista quiso pasar de orilla a orilla en una barquita y al preguntar el precio del cruce, el muy judío le dijo: “150 shekels”. Mi amigo reviró y el hombre le aclaró: “Es que este lago tiene mucha historia, recuerde que por estas aguas cruzó caminando Jesucristo, literalmente” y el coronel ripostó, algo alterado: “! pues claro, con esos precios!”