Diana Sofía Giraldo
Ha hecho carrera, por estos días, la tesis de que los ministros nombrados, dada su trayectoria individual y por el hecho de provenir del establecimiento, serán sensatos y moderados en los cambios que propone el presidente electo. Me temo que eso es pensar con el deseo, como bien lo advertía el analista financiero y consultor, Julio César Iglesias, en su libro «¿Y si gana Petro?», antes de las elecciones presidenciales: «Nos enfrentamos a un conflicto entre la realidad, la muy probable victoria de un populista, y los deseos de que Colombia progrese y sea una tierra fértil para desarrollar nuestros proyectos de vida. Ese conflicto lo resolvemos en nuestra cabeza imaginando que el escenario negativo es imposible o poco probable. Escogemos casi siempre los deseos sobre la realidad».
Eso nos está sucediendo hoy, estamos como anestesiados apostándole a la Esperanza, a no ser políticamente incorrectos. Mientras los grandes capitales salen apresurados y en silencio del país, la clase media desconcertada hace fila ante una casa de cambios para cambiar 50 o 100 dólares.
Vivimos una especie de «calma chicha», una tensión expectante sobre lo que puede llegar a ser nuestro futuro inmediato. Tantos anuncios y nombramientos de un gobierno que sin empezar ya está ejerciendo. Las palabras grandilocuentes sobre temas tan sensibles como la salud, las pensiones, los impuestos y hasta el anuncio del alza-castigo a quien usa un celular, o la subida de tono casi intimidante con el «no nos reten», producen mucha inestabilidad. Si a esto se suma una clase política de rodillas y que sin sonrojarse anuncia votaciones a pupitrazo y en tiempo récord, no parecen ser un buen augurio.
Nos están haciendo falta líderes al frente de los más de 10 millones de ciudadanos que no votaron por Petro. Es posible que estén por ahí y no los hayamos visto porque les faltan plataformas mediáticas que los hagan visibles, pero lo cierto es que ante tanta incertidumbre nacional e internacional sobre nuestro presente y nuestro futuro, necesitamos colombianos idóneos en quiénes confiar.
¿Qué nos va a pasar? Nadie lo sabe. Ni el Presidente electo. Siempre tendrá que contar con la inestabilidad de la política internacional y hasta con los efectos económicos y geopolíticos en Colombia de la guerra en Ucrania. ¿Aceptará Petro los sueños expansionistas de Maduro de revivir la «Capitanía de Venezuela»? ¿Cómo ve el Presidente Petro el apoyo y entrenamiento militar de Rusia, Irán y Cuba a su vecino? ¿Serán nuevos mejores amigos?
Y una pregunta, a quien me la pueda responder: Rusia invadió cruelmente a Ucrania y hoy todos los pacifistas del mundo piden diálogo, mientras fueron tímidos para condenar la barbarie. Entonces, ¿se legitima el método de invadir, apropiarse, anexarse y después dialogar para legitimar? Y ¿si llegara a suceder en Colombia? ¿Si se hiciera realidad un escenario fronterizo bélico? Nadie quiere más vidas humanas perdidas, pero esa lógica permisiva parece afianzar el mal.
En Colombia lo inimaginable suele hacerse realidad: en nombre del deseo colectivo de paz y reconciliación, nos empezaron a expropiar el juicio.