AMADEO GONZALEZ TRIVIÑO
En alguna ocasión de nuestro recorrido por la filosofía universal nos encontramos con una obra fundamental del maestro Martín Heidegger titulada “Qué significa pensar”, y se hacía una serie de consideraciones al respecto de si pensar es aprender o si pensar es un proceso simplemente formal del individuo frente al mundo que se encuentra delante de sí, o del mundo que lo enfrenta, es como si la búsqueda de “algo” en ese interregno existencial, ese algo que a todos nos entrelaza y que hace o posibilita que recuperemos la memoria, que vivamos del recuerdo o que construyamos espacios para esa memoria o para ese recuerdo, es lo fundamental o es una mera casualidad.
Se dice: “De todos modos, parece una presunción afirmar que todavía no pensamos. Ahora bien, la afirmación no dice esto. Dice. Lo preocupante de nuestro tiempo -un tiempo que da qué pensar- se muestra en que todavía no pensamos”
Reflexiones que llaman nuestra atención cuando hemos abordado el texto “Aquí no son forasteros”, del compañero y amigo William Hernando Calderón Vargas, que ha aceptado el reto de compartir su obra en el municipio de Garzón, y cuyo texto es precisamente una forma de recuperar la memoria histórica de una región o de una provincia a la cual, se recurre en ese armar de espacios y rellenar de vivencias, para pensar o dejar pensar o generar pensamientos en nosotros o en los otros, de que los pueblos deben aprender a pensar. Es este parte de un primer intento por repensar el pasado y construir historia.
Así tenemos que hacerlo poco a poco, desde el epicentro de nuestro mundo, encontrémonos aquí o allá, frente a las adversidades, a los sueños o a las esperanzas, y en medio de todo, que ese construir, esa forma de edificar el ayer, poco a poco, sea un elemento que nos permita forjar, remodelar o anticipar un mundo diferente, un espacio que podamos llenar de otra manera y que no sea simple letra muerta de un recuento histórico, sin ejemplos, sin enseñanzas o sin posibilidades del cambio de quienes somos y de lo que queremos ser, unos y otros, o todos juntos en el mundo que habitamos.
Sea esta la oportunidad por generar espacios de diálogos permanentes entre las comunidades, buscando siempre la convivencia pacífica, en ese ajetreo que nos fuerce a resignar en determinado momento parte de nuestros ideales, en aras y con el fin de poder encontrar consensos que permitan acercarnos a los caminos que nos conduzcan a vivir en paz y armonía, sin distingos de color o condición social, siempre precedidos por la filosofía del amor a la vida y la protección o apoyo del otro y de los otros en el entorno en el que nos encontremos.
Que es hora de pensar y de construir, que la situación tanto de la degradación o menosprecio de la condición humana, son una realidad, es algo que no podemos negar, pero contra la cual, tenemos que luchar y batallar desde la célula más pequeña de la sociedad, para que con el apoyo de la escuela, del colegio y de la barriada a la que pertenecemos, hagamos patria y fortalezcamos los lazos que hemos perdido y los valores que nunca se nos han reconocido, porque de la sumisión y la esclavitud, tenemos que salir, siempre pensando y construyendo imágenes que nos trasladen a entender y comprender que es posible la paz en todas sus manifestaciones.
Retomando a Heidegger tenemos que repetir: “Pero el hombre pasa por ser aquel ser que puede pensar.” Y es hora de utilizar esa capacidad que tenemos para enfrentar y superar los problemas que otros nos han generado o que quizá nosotros mismos hemos pensado pero nunca hemos pensado como buscar una salida o una solución: es decir, que pensando cambiamos y cualquier cambio de nuestras vida o de nuestras actitudes, requieren y demandan que pensemos siempre lo mejor de lo mejor.