¿Por qué hay unas personas exitosas y otras que fracasan? Las causas son múltiples; quiero ofrecerles algunas. Evitemos el fatalismo; no es que algunas personas nacen con estrellas y otras estrelladas. No, por favor, cada uno construye su historia. Lo que uno siembre hoy, eso cosecha mañana. No busquemos excusas para justificar nuestra pereza y falta de iniciativa. Hay personas que se dejan ahogar en un vaso de agua; no quieren entender que hemos nacido para la lucha, es decir, un mañana mejor. La naturaleza nos lo enseña: en el útero materno, todo lo hace nuestras madres, hasta el aire nos llega térmico; el movimiento nos lo da el líquido amniótico, ¡qué zánganos!, ¿verdad? Pues mire usted, cuando uno nace, lo primero que hace es llorar, empieza la lucha de la vida; ahora tenemos que respirar por sí solos. Empieza la evolución anatómica; cuando empezamos a gatear, al bajar la escalera, aprendemos a medir los espacios, cuando nos golpeamos; es todo un proceso de aprendizaje, de ensayo y error; así aprendemos a ser adultos, es decir, a ser autónomos. Los niños enclenques en su voluntad, son hijos de “madres gallina”, proteccionistas, que no dejan crecer y desarrollarse a su hijo. Cuando llegue la lucha de la vida, flaquean ante el primer problema. En la sociedad encontramos personas así, inútiles y exigentes. Aprenden a conjugar el verbo pedir en todas sus formas y tiempos; no aprenden a conjugar el verbo ofrecer. Viven quejándose de todo y no dan soluciones a nada; la culpa la tienen los demás de sus desgracias. Viven el “dolce fare niente”, ¡ah!, eso sí, exigentes en todo. En la vida académica ocupan los últimos puestos, ¡ah! Pero, eso sí, no se pierden ninguna rumba los viernes y sábados. En la vida laboral, quieren ganar el máximo con el mínimo de exigencias. Son el prototipo de personas tóxicas. Donde quiera van poniendo problemas. ¡Ah!, la culpa la tienen los otros. En política, es el gobierno el causante de todos los males; no se comprometen con nada y todo lo critican. Los años van pasando y cuando quieran cambiar es ya muy tarde. Llegan a la vejez en la más triste miseria. Claro, si ganaban diez y gastaban doce, ¿entonces? Asuma las consecuencias. Despilfarraron en la época de las vacas gordas, pues a morirse cuando lleguen las vacas flacas. Sin disciplina, no hay progreso. ¿Quiénes son exitosos? Los disciplinados, los constantes en su emprendimiento; los que saben sacar logros de sus fracasos; los que saben reemprender un plan de mejoramiento; los que saben apretarse el cinturón para tener un mañana holgado; los que han aprendido a carecer, para disfrutar el tener. Otra cosa, por favor: sin ética no hay desarrollo. Los que han explotado al necesitado, lo pagarán más temprano que tarde. El tramposo y fraudulento, un día encontrará uno peor que él y será su excelente víctima. A todo cerdo le llega su Sampedro. Por favor, no sea tan “vivo”; eso es ser tristemente célebre. Vamos al texto bíblico: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si al final pierde su alma? Dinero bien habido, luce. Huye del avaro.