Por Juan Pablo Liévano
El 21 de abril, el país se movilizó de forma masiva. Personas de varias ciudades, de diferentes condiciones y con distintas profesiones e intereses, salieron a mostrar su insatisfacción con el Gobierno. La mayoría marchó por la legítima preocupación de «no tener un futuro democrático». La marcha en Bogotá fue apoteósica. Fue un inmenso gusto ver a los médicos y al personal de la salud marchando, en protesta de tan tenebrosa reforma a la salud que, de aprobarse, desbaratará el sistema de salud que nos sacó del COVID. No cabía la gente en la Plaza de Bolívar. Cuando unos llegaban, otros salían. Los que intentaban entrar por la Carrera 7ª inclusive se vieron inmovilizados, producto de un trancón en la esquina nororiental. Era tal el flujo de personas que muchos optaron por bajar a la 8ª o subir a la 6ª para entrar por la Calle 10ª. En otras ciudades como Medellín, Cali, Barranquilla y Bucaramanga se repitió la historia. Con esta demostración de inconformidad y preocupación por la democracia, muchos pensaron que el Gobierno recapacitaría. Pensaron que se pondría en una dinámica de diálogo y concertación, para lograr que las reformas legislativas se enderezaran, con criterios técnicos y en beneficio de todos los colombianos. Se equivocaron. Terminamos teniendo razón aquellos que siempre dijimos que Gustavo Petro encarnaba el más rancio de los socialismos autoritarios, donde solamente vale y es bueno su criterio. Aquellos que siempre sostuvimos que, con este tipo de gobernantes ególatras, ni al final del día ni al principio, se puede dialogar, pues solamente quieren tomarse las instituciones, en tanto les sean útiles, o en caso contrario, destruirlas. A pesar de la marcha, que le importó un pepino al Gobierno, este movilizó a sus alfiles y áulicos para conseguir el quórum y aprobar la nefasta reforma pensional. Varios parlamentarios de los partidos Liberal, Conservador y de la U, de espaldas a la marcha y al país, terminaron en la cama con el Gobierno. Negociaron, como si estuvieran negociando aguacates, sin criterio técnico alguno, el ahorro pensional, la propiedad de los ahorros y el futuro de millones de colombianos, incluso la estabilidad del sistema y de las finanzas públicas, a costa de los jóvenes y las generaciones futuras. Qué tristeza tan profunda. Varios Senadores de diferentes partidos terminaron cooptados por el Gobierno y, seguramente, como diría el poeta León De Greiff, cambiaron su voto o asistencia «por lámparas viejas, o por la escala de Jacob, o por su plato de lentejas…». Jugaron con los ahorros pensionales y el futuro de los colombianos «en el ágora, en un garito». Pero el Jefe de Estado, que es más vivo que todos, los usó de forma descarada para imponer su voluntad y terminó burlándose, pues ahora va por 4 SMLMV como umbral de cotización a Colpensiones en la Cámara. Finalmente, el país se dio cuenta de que con este Gobierno no se puede dialogar, pues es tramposo, y que su juego no es otro que recoger todo el dinero posible para repartir, ganar indulgencias y atornillarse en el poder. Hay que seguir marchando. Por lo pronto, el resultado es Petro 1 – Las Marchas 0.