María Clara Ospina
Hace una semana, cuando en la Asamblea General de Naciones Unidas anunciaron al presidente de Colombia Gustavo Petro como el próximo en presentar su discurso, un importante número de los asistentes se levantó de sus asientos y se retiraron del salón, causando gran desconcierto en la mesa directiva de la ONU y a Petro quien no paraba de mirar hacia la mesa directiva, a sus espaldas, como tratando de que esta detuviera la desbandada de asistentes y lograra silencio. Este vergonzoso desplante al presidente colombiano realmente ocurrió, hay fotos tomadas de todos los ángulos.
Y es que los discursos de Petro se han convertido en un hueso muy difícil de roer por su desarticulación, sus inexactitudes, extravagancias y la inexplicabilidad de algunos de sus planteamientos. Además, aburre sobremanera su aire de mesías sabelotodo, regañando y dando cátedra en economía, ciencias, geopolítica, manejo de la guerra y la paz y todos los demás exabruptos que ya le conocemos.
Sorprendente que un presidente cuyo país se hunde cada día más en la violencia, se atreva a exigir negociaciones de paz entre Israel y Palestina. ¿Acaso no sabe cuántas décadas de esfuerzos, acuerdos firmados y fracasados, pactos y negociaciones malogradas han vivido estos dos pueblos y sus garantes? Y, así son casi todas su propuestas, mal estructuradas y peor presentadas. Muchos planteamientos son poco estudiados o “aterrizados”, lo que los convierte, por desgracia, en risibles.
Ni hablar del gran final de su diatriba. Cuando habló del ser humano que “dejó de matarse” y logró: “expandir el virus de la vida por las estrellas del universo” ¡Por favor! Qué quiso decir este bárbaro, perdón, digo, este bardo absurdo.
Sí, hay cosas rescatables en sus discursos. Pero es indispensable que alguien le organice sus ideas y las convierta en inteligibles, sin falsedades ni acusaciones, demandas irrealizables ni escenarios apocalípticos y, en lo posible, ¡sin cursilería!
LAS MENTIRAS EN LA JEP
Es inaudito que un comandante del ejército, acusado de haber encubierto, ordenado o cometido falsos positivos, declare ante la JEP que lo hizo porque el presidente Álvaro Uribe, en visita a su puesto de mando, le exigió mejorar sus resultados contra las FARC y lo paramilitares, enemigos del estado colombiano. ¿Quiere decir esto que un jefe de Estado, actuando como comandante general del ejército de una nación que enfrenta una atroz guerra, que amenaza con destruir la nación y la democracia, no puede exigir a los soldados y comandantes del ejército resultados contundentes? No creo que exista en el mundo un militar que en plena guerra no haya exigido a sus hombres resultados militares.
Esta excusa es tan aberrante como los mismos falsos positivos. Quienes pretenden evadir su culpa en estos crímenes atroces blandiendo semejante pretexto son deshonestos, carecen de honor, mienten descaradamente. Digámoslo muy claro, tienen una mente retorcida. Una cosa es obtener resultados contra el enemigo en una guerra, otra muy distinta es ir a buscar gentes, vestirlas como miembros de grupos terroristas y matarlos por la espalda, para luego tener la desvergüenza de acusar de su crimen a quien ordenó obtener resultados reales, no fabricados, contra los enemigos.
Es increíble que la JEP acepte este tipo de excusa de los militares acusados y que permita que se incrimine al expresidente Uribe. ¡Qué montaje tan sucio!