Por: José Félix Lafaurie Rivera
¿Por qué el paro destruye la infraestructura que les sirve a los pobres, los deja sin alimentos, los manda a las calles a enfrentar el contagio y destruye más empleo que la pandemia?
Primero: Porque se desestima el origen de la protesta. Siempre habrá inconformidades, pero esa no es la causa, como no lo era la tributaria, ni la salud.
Todo comenzó con Santos, su traición a los electores y su negociación con unos bandidos extorsionistas, narcoterroristas que no representaban al país, pero lograron cambiarlo a su amaño, con la complicidad de quien despreció la voluntad popular y dejó 200.000 hectáreas de coca.
Ese narcotráfico paga la violencia en Cali y el suroccidente, por donde la droga sale al Pacífico; y en el oriente, por donde sale a Venezuela; y en las capitales, donde las bandas de microtráfico se alquilan para destruir y atacar policías, mientras la izquierda los califica de “jovencitos”.
Segundo: Porque los líderes del paro no nos representan. ¿Quién los eligió?, ¿cómo se atreven a “prohibirle” al gobierno decretar la conmoción interior, en un país que la sufre, o a exigirle retirar la Policía para dejarles las ciudades a los vándalos? ¿Cómo es posible que representantes del gobierno legitimen “corredores de vida y paz” en los que vándalos que ayer saqueaban, hoy deciden quién pasa y quién no?
El gobierno está frente a la contraparte equivocada, cuyo expediente de negociación es la amenaza extorsiva de Petro y su combo, de “mantener al pueblo en las calles”, mientras se niegan a condenar el vandalismo y los bloqueos.
Tercero: Porque falta autoridad, desde los alcaldes, responsables del orden público con todas sus consecuencias, como lo ha sostenido la Procuraduría, aunque la CIDH la ate de manos, con el argumento de que la elección popular los hace inimputables.
¡No! Prevarican los que incumplen su deber asustados por la turba, como el de Tuluá, que dejó incendiar el Palacio de Justicia por los herederos de quienes lo hicieron en 1985 en Bogotá; y prevarican los que tienen su corazón con el paro, como el de Cali, que le abrió a la minga las puertas de la ciudad, o la de Bogotá, que invita a “sus muchachos” a marchar “pacíficamente”, como si bloquear calles con música en el día fuera “bloqueo bueno”; mientras en la noche, “la primera línea” siembra el caos con apoyo del senador Bolívar.
Cuarto: Porque la izquierda hizo su tarea de desinformar dentro y fuera del país, con la complicidad de instituciones sesgadas, como la CIDH, ansiosa de venir a validar su comunicado, ácido con el gobierno y tibio con quienes destruyen a Colombia.
Y como no hay “quinto MALO”, así estamos porque de nada sirve que “los buenos seamos más”, si no hacemos nada. El país necesita que el JEFE DE ESTADO restituya el principio de autoridad y el orden público, que es su obligación constitucional.