En días pasados señalaba que una de las instituciones más desprestigiadas de la sociedad colombiana eran sus partidos políticos. Es evidente que la corrupción rampante se convirtió en sinónimo de partido político. A tal condición se redujo una institución que es básica en el sistema democrático.
Desde sus orígenes en el siglo xix los colombianos, como la mayoría de los países latinoamericanos, adoptamos el modelo republicano de gobierno que basa su legitimidad en el principio de la soberanía popular. De las varias formas que puede asumir ese modelo de gobierno republicano o democrático, el escogido por Colombia se basa en tres pilares fundamentales: las elecciones como manera de proveer los altos cargos del Estado, la separación e independencia de los poderes públicos y la legitimidad de los partidos políticos. (Hernando Gómez Buendía, 2021).
A lo largo de los 200 años de vida republicana, con todos sus tropiezos y logros institucionales la república democrática ha sido la constante característica del régimen político que ha terminado dando forma a la Colombia de hoy. Ha sido un largo proceso de avances y retrocesos temporales, para después seguir avanzando. La construcción de la arquitectura constitucional tiene aún muchas contradicciones sociales, políticas, culturales, ambientales…, por mejorar o resolver, pero desconocer esa historia es negar lo que somos como nación.
En esa historia, como ya dijimos, los partidos políticos cumplen una función esencial. De acuerdo a la democracia representativa y participativa que hemos construido, los partidos políticos son la correa de transmisión que conecta la soberanía del pueblo, con todas las instancias de poder a nivel local, regional o nacional, encarnada en los delegatarios elegidos en los tres poderes públicos que conforman el Estado.
Sin partidos políticos reconocidos por el pueblo, con fuertes normas que garanticen la democracia interna, que velen por los intereses de las clases o sectores de clase que dicen representar, sin responsabilidad de los elegidos frente a los electores…, la república democrática no puede existir.
Fuimos degenerando las organizaciones partidarias hasta convertirlas en “empresas electorales” que reproducen un sistema de privilegios a todos los niveles que, convirtieron a Colombia en uno de los países más desiguales del mundo. Y, la desigualdad extrema produce insatisfacción y rechazo del régimen político. Se pierde la comunidad de voluntades necesaria para la construcción de cualquier sociedad que se quiera preciar de justa, equitativa y próspera.
La tarea es rescatar y reconstruir los partidos políticos. La forma de hacerlo es participando en la vida política, afiliándose al partido de sus preferencias, actuando dentro de ellos, preocupándose por escoger los liderazgos más capaces y fuertes para representarlos. A ese tema nos dedicaremos en un próximo escrito.
