El fin de semana pasado se llevaron a cabo las elecciones de los Consejos Municipales de Juventud a nivel nacional. Cerca de doce millones de colombianos entre catorce y veintiocho años podían salir a sufragar. Aunque la abstención ha sido un problema histórico electoralmente hablando, y se sabía que quizá por su poca propaganda, estas elecciones de los CMJ no tendría mucha participación, si se esperaba por lo manifestado en redes sociales y en las calles en medio de los paros, que los jóvenes salieran a votar, a elegir a sus amigos en esta importante instancia, creada para darle cada vez más voz y voto a la muchachada. Pero lastimosamente solo el 10% salió a votar. Una cifra demasiada baja, que ni los menos optimistas pensaban.
Los jóvenes no salieron a votar, no participaron, no quisieron elegir a chicos como ellos, de la edad de ellos, cercanos a ellos, para que los representara.
Acá en Rivera salimos a votar, de los casi seis mil que podían participar, cerca de mil lo hicieron. En el ejercicio que hicimos, dónde sacamos la lista del Centro Democrático y la apoyamos, pude observar y mirar con detenimiento porque los chicos de mi generación huyen o le es ajeno salir a votar. Llamando a varios amigos, invitándolos a votar, muchos decían que no, que les daba pereza, que no les gusta la política, que no creen en políticos, por más que los candidatos eran chicos como ellos, muchos relacionan cualquier elección o candidato con corrupción. El arquetipo que tienen los políticos en Colombia, por culpa de muchos que han actuado de manera incorrecta es lamentable. Aunque a Dios gracias y al esfuerzo de un equipo de jóvenes talentosos que tenemos, logramos la curul, sí pude analizar que los pelaos ya no creen en las instituciones, ya no creen en las personas, han perdido la fé en el Estado.
Los jóvenes en Rivera, el Huila y Colombia tienen temor, les aterra su futuro, lo ven incierto, no quieren decepcionar a sus padres, además, viven muy atentos a la opinión de los demás. Desean salir adelante, pero como son impacientes, sienten frustración al ver que aún no logran lo que sueñan, pero si ven como de la noche a la mañana, alguien se vuelve famoso gracias a las redes sociales e inicia a ganar dinero y sacar adelante a su familia. Les da rabia ver tanto caso de corrupción, al tiempo que sus comunidades están sumidas en la pobreza.
Los jóvenes en Colombia no quieren más subsidios, quieren trabajar, quieren oportunidades, quieren sacar adelante sus padres, sus hermanos, quieren ser el orgullo de sus familias. Es deber entonces de jóvenes como yo y de quienes participamos activamente en procesos políticos, representarlos, luchar por sus sueños, trabajar para que existan esas oportunidades para todos, no defraudarlos.
A los jóvenes no les importa de qué partido político seas, de qué corriente ideológica seas. Los jóvenes solo quieren líderes que sean como ellos, que sientan que son de ellos, que trabajen cada día por más oportunidades, porque haya más empleo, porque la salud deje de ser un negocio, porque la gratuidad y acceso a educación superior sea universal y para siempre.
Los jóvenes no votan porque tienen hastío de las instituciones y quiénes las representan. Es deber nuestro hacer que vuelvan a confiar, para eso no debemos defraudarlos.