Reunidos la primera semana de noviembre en la vereda La Victoria, municipio de Villavieja, norte del Huila, durante el V Encuentro de museos y colecciones paleontológicas, las dos jornadas de información, capacitación y en una práctica a campo abierto organizadas por el Servicio Geológico Colombiano -SGC- dejaron en evidencia el compromiso de la entidad con la protección del patrimonio geológico y paleontológico, encomendado por ley a este ente, entre otras funciones.
DIARIO DEL HUILA, ESPECIALES
Por: Marta Eugenia López B
Por iniciativa de la entidad, directores de museos, coleccionistas, guías de turismo, vigías del patrimonio, periodistas y comunidades asistentes, fuimos convocados a asumir de momento labores propias de los paleontólogos, con el fin de poner en práctica en campo, los conocimientos impartidos por varios geólogos y el paleontólogo colombiano Javier Luke, especialista invitado, residente en Inglaterra donde labora en la Universidad de Cambridge.
Durante la excavación de fósiles en tres sitios o estaciones ubicadas en la finca Los Mesones, al interior del Bosque Seco Tropical conocido popularmente como Desierto de La Tatacoa, aprendimos a extraerlos en forma debida y a protegerlos conservarlos y prepararlos.
Esa misma semana diversos medios de comunicación nacionales e internacionales tuvieron puestas sus miradas en el museo La Tormenta del campesino César Augusto Perdomo, ubicado en Los Mesones, entre Diomatal y El Cabuyal, en cuya bodega fue encontrado en noviembre del año pasado una importante pieza arrumada entre otras sin identificar ni clasificar.
Al ver la pieza, hallada hace al menos 20 años por César cuando pastoreaba ovejas en la finca de Oidén, su padre, al paleontólogo peruano Rodolfo Salas Gismondi y al biólogo Andrés Link, profesor de la Universidad de Los Andes, les llamó la atención. Fueron ellos quienes establecieron que se trataba de un hueso de una enorme ave y no de un reptil, como pensaron en principio.
Los resultados de los estudios realizados al fragmento sorprendieron al mundo científico puesto que corresponde a la parte distal de un “ave del terror”, así llamada por el miedo que inspiraban su gran tamaño y su cabeza en forma de
hacha con largo pico, detectada por primera vez en esta zona del norte de Suramérica, hito histórico por cuanto esta especie, perteneciente a la extinta familia de los forrorácidos, (Phorusrhacidae), solo había sido identificada años atrás en Argentina, Uruguay, Brasil y Norteamérica.
Fue tal el impacto que The New York Times abrió su portada con una fotografía de César portando en sus manos la pieza, luego de los resultados de los estudios dados a conocer a comienzos del mes por la revista científica Papers in Paleontology.
El mismo posaría después con la réplica de la cabeza de un “ave del terror”, llevada recientemente por su amigo Link al museo para su exhibición. Las entrevistas no se hicieron esperar: El Tiempo, Infobae, CNN, National Geografic… y muchos otros medios reportaron el hallazgo.
Los sorprendentes resultados indican que, a diferencia de los fósiles de las aves del terror halladas antes, el tamaño de esta era mayor: entre un 5 y un 20 por ciento más. Según cálculo de los investigadores el ave pudo tener tres metros de altura y pesar 400 kilogramos.
El trozo distal presenta, además, una hendidura debida probablemente a la mordedura de un purussaurus, enorme caimán existente en la zona hace al menos doce millones de años, en el Mioceno Medio.
Praxis
En campo, antes de poner en práctica los conocimientos impartidos en las conferencias, frente a uno de los grupos conformado por al menos 25 personas, las geólogas Marianela Vargas y Karen Gamba sentaron las bases de los pasos a seguir antes de iniciar la excavación de un fósil. A continuación, con ayuda de un GPS “también puede ser de un celular”, dijo Luke, ubicaron las coordenadas del sitio del hallazgo en un mapa geológico.
Demarcado el terreno adyacente al hallazgo, haciendo uso de una barra y un martillo, Javier Luke y Andrés Vanegas, director – fundador del Museo de Historia
Natural de La Victoria, buscador nato de fósiles, empezaron a dar a conocer la forma correcta de hacer el trazado -en círculo- alrededor del supuesto hallazgo.
Removida la tierra con un palustre y profundizada la excavación teniendo en cuenta la anatomía del fósil, este quedó al descubierto. Limpiada cuidadosamente con una brocha, la roca y el fósil quedaron como si hubieran sido puestos sobre un pedestal.
Como este, son miles los fósiles hallados en La Tatacoa resguardados en los museos de la región: el Paleontológico de Villavieja, La Tormenta en Los Mesones y el de Historia Natural en La Victoria. Entre todos suman alrededor de quince mil piezas, algunas de animales completos, sin contar las que fueron llevadas al Museo “José Royo y Gómez” en Bogotá y a otras universidades de Colombia y diversos países.
Una vez la pieza fue envuelta en papel aluminio, dos asistentes voluntarias, una menor de edad y una geóloga boyacense, instruidas por el paleontólogo y su asistente, cubrieron la pieza con tiras de yeso humedecidas en agua.
Colocadas un par de tablillas a la pieza, Andrés procedió con sus propias manos a ampliar “la cuna” e indicando la forma correcta de voltearlo “con sumo cuidado para evitar que su estructura se rompa”, procedió a hacerlo.
La encamisada continuó. “Esto, repito se hace con el fin de protegerla para que al momento de transportarla no se rompa” – dijo Vanegas. Luke entre tanto, afirmaba que el ideal es que cada fósil hallado sea entregado a un museo paleontológico. “En caso de permanecer en manos de particulares este, de todas formas, debe ser reportado al SGC, entidad a cargo del Inventario nacional de piezas paleontológicas”.
Preparación
Inmersos el día anterior en el Laboratorio del Museo de Historia Natural de La Victoria “Valerie Anders”, construido y dotado con recursos aportados por el ex astronauta William Anders de la Misión Apolo 8, los hermanos Vanegas explicaron los métodos usados en la Preparación de los fósiles, procedimiento que los deja
“Son tres métodos: uno manual con instrumentos de odontología, otro mecánico para el que se usa un martillo neumático y el tercero se hace con productos químicos”, afirmó uno de ellos.
Para hacerlo bien, Andrés debió ser instruido. “Durante tres meses aprendí en Villa de Leyva temas de preparación, a elaborar moldes y réplicas y a manejar colecciones”.
A su regreso, le enseñó a su hermano y a otros jóvenes las técnicas, razón por la cual, los tres jóvenes que trabajan en el museo conocen y saben preparar fósiles con diferentes métodos.
En la práctica de laboratorio, mientras Rubén removía la roca con el martillo neumático, explicaba el cuidado que exige tal procedimiento e indicaba que de vez en cuando es necesario detenerse a descansar y no forzar la mano. Removida la roca, aplicó sobre el fósil “consolidante”, útil para preservarlo. “Esto penetra y lo endurece de afuera hacia adentro”- dijo.
Fue así como simulando ser geólogos y paleontólogos por un momento, comprendimos de manera didáctica y en un lenguaje sencillo, a qué obedece la existencia de fósiles en las entrañas de estas tierras; las características propias de las formaciones geológicas del Grupo Honda identificadas por su antigüedad en esta zona con los nombres de Villavieja y La Victoria; aprendimos a identificar fósiles y rocas y el procedimiento a seguir para extraerlos en la forma debida y conservarlos.
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Al término de esta singular experiencia, haciendo uso de camionetas, los participantes retornaron en su mayoría al punto donde abandonamos los buses en que nos transportábamos desde La Victoria.
Los obstáculos que se presentan en las llamadas “bateas”, por las que corren las aguas de las quebradas –conté tres-, impidieron el paso. Recordé entonces el clamor de don Raúl Córdoba Perdomo, expresado en el año 2005, metros antes de llegar a su finca, heredada de sus padres, en la vereda El Cabuyal.
Una vez pasamos con él la segunda batea correspondiente a la quebrada El Totumo, convertida en verano en un colchón de arena, nos dijo: “Esta quebrada con la de Los Hoyos y Los Mangos, le dan vida más abajo a la quebrada La Tatacoa que cuando llega el invierno, también es imposible transitar”.
Aquel día afirmó que quien tratara de hacer ese recorrido, se podría dar cuenta de que para poder dar la vuelta completa en carro por el llamado “Circuito Turístico de La Tatacoa”, pasando por El Cabuyal, era necesario el arreglo de dos bateas y dos “quiebrapatas”, o “parte patas”. “Eso es todo lo que se necesita, no es más” – dijo agregando que hasta entonces no había habido quién le prestara atención a lo que él decía por ser ya viejo.
“Mire que El Cabuyal es casi el centro del desierto, es el ombligo, digo yo, pero los alcaldes y gobernadores que han pasado nos han tenido abandonados. Quién sabe cuántos más vea pasar en esta larga espera, porque, verdad si es, que, desde que principiaron a ponerle mano a este desierto han dicho que van a hacer el anillo turístico, pero eso no se ha llegado”.
De estar vivo, bien pudo haber asegurado como lo hizo entonces que a El Cabuyal no han vuelto a meterle la mano. “No nos ha querido arreglar esta carreterita, sabiendo que con el anillo vial “dentran” por aquí (Por el Cusco) y salen por allá (por la vía que conduce de Villavieja a La Victoria) o “dentran” por allá y salen por El Cusco. Hay que ver que los parte patas, los más fueron hechos por las petroleras y cuando esto era de don Froilán Sánchez, fue él el que hizo otro cuando fue maquinista” – dijo.
Muerto él, aún en verano, sin gota de agua, no toda clase de vehículos pueden pasar por las bateas construidas en cemento sobre el lecho de las quebradas que las atraviesan, debido a la altura de las mismas, como sucedió con los buses en que nos trasportábamos.
Al respecto, mientras algunos arrastraban arena y piedras para colocarlas cerca y superar el primer obstáculo, cada quien emitía una opinión hasta que logramos franquear la primera batea, en vista de que la segunda no fue posible, nos vimos obligados a dejarlos. “No hay derecho a tanto abandono” – dijimos.
Agradecida por los conocimientos científicos impartidos en aquellos días y por toda aquella experiencia vivida, regresé a mi destino sin dejar de pensar en las bateas y en lo dicho por Andrés Vanegas en el Laboratorio del Museo de Historia Natural.
Luego de una lucha de más de doce años dedicados a la creación y puesta en marcha de su maravilloso museo, construido con recursos aportados en su mayoría por el Parque Explora de Medellín y sostenido en parte con aportes de los trabajos que realizan en él investigadores de diversas universidades como El Rosario y Eafit, preocupa saber que entre marzo y junio de este año, Andrés y su hermano Rubén pensaron cerrarlo debido a la falta de recursos y de apoyo para sostenerlo y al bajonazo del turismo del que perciben buena parte de los ingresos destinados al mantenimiento y a su propio sustento, hecho que obedece también al mal estado de la vía destapada y sometida a poco mantenimiento.
La entrada al museo tiene un costo de diez mil pesos, suma que da derecho a recorrer las salas que albergan valiosas muestras de fósiles de diversos animales y a una amena y didáctica charla para conocer algo de su historia.
“Hay semanas en que si mucho entra una persona y aquí el costo de energía es alto; en algunas épocas el recibo llega por 700 mil pesos debido a que para su conservación las piezas requieren aire acondicionado 24 horas al día y cuando hay turistas debemos prender las luces” – afirmó Andrés.
Ninguno de los dos hermanos dispone de ingresos estables provenientes de su entrega a este oficio. Por falta de recursos, él de 36 años y Rubén de 27, no han podido cumplir su anhelo de ser profesionales: Museólogo, el primero y artista paleontólogo, el segundo.
Nadie sabe si el gobierno departamental o el municipal proyectan pavimentar en este periodo la polvorienta y desgastada vía que de Villavieja conduce a la vereda La Victoria. En este caso, como en el de la vía hacia Los Mesones, no se entiende por qué la alcaldía ni la Gobernación han acudido al Fondo Nacional de Turismo -Fontur- que como se sabe cofinancia el 80 por ciento del costo de cada proyecto de infraestructura turística que se presente.
En caso de que la Alcaldía sea el proponente, la contrapartida sería del 20 por ciento, de ser la Gobernación el 50 por ciento. En ambos trayectos, a los ojos de Fontur el proyecto de mejoramiento de la infraestructura sería viable, ya que habilita el acceso hacia dos importantes atractivos turísticos.
Pena ajena debieron sentir algunos asistentes al Encuentro, al saber que entidades foráneas, ninguna de ellas huilense, apoyan este emprendimiento turístico y cultural que, de contar con una vía en mejores condiciones, dinamizaría la flaca economía del norte del Huila.
En los próximos días, gracias al Parque Explora, estos jóvenes y humildes emprendedores tendrán lista una nueva exposición en su museo a la cual están dedicados con empeño e invitan a la ciudadanía.
Ellos, sin apoyo regional alguno, durante al menos doce años continuos, incluso desde antes de iniciar su labor como Vigías del Patrimonio, han enseñado y dado a conocer a propios y visitantes el valioso patrimonio paleontológico hallado en su mayoría, por ellos mismos en La Tatacoa.
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