Por: Carlos Tobar
Desde la semana pasada Bogotá, la capital del país, estará sometida a un fuerte racionamiento de agua. Los ciudadanos de esa ciudad y de 10 municipalidades más de la Sabana que, dependen para su suministro de agua potable de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, tendrán cortes por 24 horas (o más) de manera periódica al menos por un año. Tal como lo anunció el alcalde mayor de la ciudad Carlos Fernando Galán.
No es una noticia sorpresiva. Desde hace varios años, muchas voces, especialmente de expertos, han venido señalando esa eventualidad. Como siempre, en este país, que no se destaca particularmente por sus capacidades de planeación, la situación de racionamiento “nos coge con los calzones abajo”.
Fuera del fastidio para la vida cotidiana de los capitalinos -verán afectadas sus actividades vitales de preparación de alimentos, aseo, lavado de ropas y enseres…, el impacto económico para múltiples negocios y empresas será significativo. La vida como la han vivido habitualmente cambiará en muchos aspectos.
Tal vez, desde que los hombres vivimos en sociedad, el bien público más sensible ha sido el de tener acceso al agua. Si es potable como nos enseñaron los avances en saneamiento básico, mejor. “El agua es vida”, es una afirmación de esas de Perogrullo. De allí que, debamos prestarle atención preferencial.
Digo esto, porque para muchos -incluyendo funcionarios de cierta importancia- no pareciera que tuviera tal urgencia.
Para quienes a diario transitamos por la ciudad, particularmente por la zona donde transcurre el río Las Ceibas, una imagen que impacta es su reducido caudal. Es un hilo de agua, casi residual, que muestra la precariedad del afluente hídrico que abastece de agua un conglomerado que ya supera los 400.000 habitantes.
Luego de suministrar el agua para las plantas de tratamiento el río, prácticamente desaparece. Algo que no era así hasta hace pocos años.
Si esa situación se sigue agravando ¿cuándo estaremos abocados a una situación de crisis de suministro? ¿Cuáles son los resultados del Plan de Ordenamiento y Manejo de la Cuenca del Río Las Ceibas? ¿Se está trabajando como se debe? ¿La Corporación Ambiental del Alto Magdalena, entidad que tiene a cargo la conservación de la cuenca hídrica, tiene un control efectivo sobre ella?
Estas y muchas otras preguntas nos asaltan a diario cuando vemos el deterioro del río que nos ha dado la vida desde que la ciudad fuera fundada hace más de 400 años. ¿Habrá quien nos pueda responder?
P.S. Si sigue la disminución de los embalses que nos proveen de energía eléctrica, ¿estamos también al borde de un racionamiento de energía?
Neiva, 15 de abril de 2024
