Por: Aníbal Charry González
Está claro que el Congreso contaminado que tenemos no representa los intereses de los electores y mucho menos los del pueblo colombiano como tanto lo cacarean, sino que sus integrantes solo se representan a sí mismos y sus torcidos intereses que urgen su reforma y renovación a fondo, y por supuesto su reducción sustancial, lo mismo que la del sistema político electoral pervertido que hace posible su elección, y para muestra no es sino ver la reforma clientelista de la Procuraduría que actualmente cursa velozmente, so capa de cumplir con la sentencia proferida a favor de Gustavo Petro por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, quien fue destituido por el inquisidor Ordóñez en un fallo perseguidor y politiquero, que dispuso que en el marco de la Convención Americana, un funcionario de elección popular no podía ser destituido sin que existiera una decisión penal en su contra.
Pues bien: en lugar de tramitarse una reforma para que la Procuraduría no pueda destituir ni inhabilitar funcionarios públicos de elección popular para ajustar el país a los compromisos internacionales, lo que se ha hecho es tramitar una a instancias de la procuradora actual que hace honor a su apellido, es decir, traída de los cabellos para arrogarse funciones jurisdiccionales, en contravía de lo que dispone el artículo 116 de la Constitución, con el agravante o el dulce para un congreso de diabéticos y clientelistas redomados, de la creación de una nómina burocrática de la friolera de 500 cargos, que explica por qué se está tramitando con celeridad el esperpento claramente inconstitucional.
Cuando la consulta anticorrupción de casi 12 millones de votos se la pasó por el fundillo el congreso desacatando la voluntad popular porque no les convenía, la reforma de marras avanza al galope porque sí conviene a sus sinuosos intereses clientelistas, demostrativo como lo he dicho, de que no representan en absoluto los intereses del pueblo colombiano, y de que solo reciben su aprobación los que vayan bien untados de mermelada, o mermelara como le llaman ahora a un congresista que en un volantín triple demostrativo de su inconsistencia después de estar cuestionando al gobierno de Duque como fallido, resolvió votar en contra de la moción de censura al provocador ministro de Defensa, pretextando que no le iba a echar más gasolina al incendio, cuando en realidad contribuyó más a avivarlo.
Y volviendo con el tema que nos ocupa de la clientelista reforma, es una muestra más de la necesidad igual de urgente que la del congreso, de reformar los llamados organismos de control como la Procuraduría, para que no se pongan al servicio de los contaminados electores de su titular y del gobierno de turno, sino del pueblo, especialmente en la lucha contra la corrupción que ellos mismos generan, que están dispuestos además a pasarse por la faja las sentencias de las Cortes internacionales presentando reformas para tratar de usurpar las funciones de los jueces penales, con tal de garrotear a los contradictores políticos como lo hizo el cavernario exprocurador Ordóñez con Petro.