AMADEO GONZALEZ TRIVIÑO
Quizá en mal momento y con muchas fuerzas políticas en contra, el Gobierno Nacional, en ejercicio de una tarea que hace mucho tiempo tenía que haberse hecho, ha presentado a consideración del Congreso de la República un proyecto de Reforma Política, en la búsqueda por establecer una serie de prerrogativas en el proceso electoral colombiano, y especialmente en cuanto tiene que ver con la modificación de lo que representa el CONSEJO NACIONAL ELECTORAL, la forma de su composición y elección, al igual que las cualidades para llegar a dicha magistratura.
Valdría la pena sumar a lo anterior la necesidad de la obligatoriedad del voto, y entre otras consideraciones jurídicas que en los procesos de selección de candidatos a cargo de las organizaciones judiciales, Procurador, Fiscal, Contralor, entre otras, en ningún momento prevalezca el interés político o la selección de quienes fuera de su arraigo judicial, de su exclusividad en la academia, la docencia y la doctrina, se desconozcan esos elementos como ha venido sucediendo a lo largo de la historia colombiana.
Decimos que en mal momento, por cuanto, para nadie es un secreto que el distanciamiento político entre los diversos sectores que aglutinan a los ciudadanos en los actuales momentos, esta polarizado y la tendencia hacia la desinformación, la búsqueda de consensos y la lucha contra la corrupción se han enquistado en destruir lo poco bueno que nos queda de una idea de cambio o de transformación social, para que volvamos por el cauce y el sendero de la democracia, de la paz y del gran acuerdo nacional, que nunca hemos tenido para sacar adelante las políticas de contenido social que tanto necesitamos.
No podemos desconocer que el Congreso de la República, en su equivocada interpretación legislativa y con arreglo a criterios que lo legitiman desde la Corte Constitucional, se viene negando a participar de los debates, se presentan todas las formas por romper el quorum, se abandonan las sesiones y se hostiga hasta la saciedad a los ponentes de proyectos que en determinado momento, requieren un cuestionamiento serio, ponderado y analítico del beneficio y costo de su implementación o de su trascendencia para bien de la patria.
Legislar es controvertir, es ese fluir de ideas y de propuestas con ponderación, con capacidad de consenso y en búsqueda del interés general antes que en provecho de lo que direccionan los mismos partidos políticos en la oposición o los sectores que en su momento, en vez de contribuir con la consolidación de la democracia, por el contrario, buscan a toda costa vilipendiar y avasallar al otro, convencidos de que esa es la mejor estrategia, y por tanto, aplican el criterio de dividir para reinar.
Desafortunadamente el escenario de la democracia, termina siendo de la demagogia y del abuso del poder, para seguir siendo partícipes de un espectáculo en el que el gran damnificado es el pueblo colombiano, los electores, de todos los que participaron en las contiendas democráticas y que finalmente hacen parte de un coro que se repite cada cuatro años, en medio de la inercia productiva de paz y de justicia social, como debe ser y debe ser la constante de liderazgo político.
Consideramos que este proyecto de Reforma Política no va a salir adelante, que el Congreso mismo, al resultar afectado por su manipulación en la organización electoral colombiana, no establecerá derroteros que en últimas terminen siendo el cuello de botella para sus propias colectividades, en tanto que el gran afectado es la comunidad colombiana en general y la proyección de un país donde los principios constitucionales, no son más que letra muerta y que asemejan una pantomima de democracia, como la que vivimos en los actuales momentos.