Por: Paloma Valencia
Nuestra Canciller Claudia Blum expresó lo que muchos pensamos ante la asamblea de la ONU: “debe considerarse la existencia de disidencias de Farc como un incumplimiento de la antigua guerrilla, convertida ahora en partido político”. Inmediatamente, los integrantes desmovilizados de la organización exigieron una retractación. ¿Cómo puede retractarse de algo que es absolutamente cierto?
¿No fue acaso jefe negociador por parte de las Farc Iván Márquez; el mismo que lidera las disidencias llamadas la Nueva Marquetalia? ¿Acaso es el mismo Iván Márquez nombrado senador por las Farc el que hace alocuciones armado y amenaza con terrorismo? ¿No fue Santrich parte de la delegación de las Farc que negoció los acuerdos? ¿No es también jefe de las disidencias? ¿No es el mismo Santrich quien fuera nombrado Representante a la Cámara por las Farc, el que sale con fusil a amenazar al Presidente de Colombia? ¿No son esas disidencias los primeros asesinos de líderes sociales de nuestro país?
La negociación no se firmó con unos individuos, sino con una organización. La organización se comprometía a entregar las armas y desistir de la lucha armada; y solo una parte cumplió. Es evidente que la organización incumplió. Las disidencias son sólo uno de los varios incumplimientos. A esas disidencias – que es tal vez el incumplimiento más grave- hay que adicionarle los bienes que debieron declarar –pues declararon muy pocos. Y de esos escasos entregaron un bajo porcentaje aduciendo que las disidencias se habían llevado buena parte. ¿Qué decir sobre el aporte a la verdad? Poco o nada ha avanzado. Las Farc se han limitado a esperar que les imputen y reconocer sólo eso. La promesa de la verdad completa y el tribunal que recibiría los testimonios está muy lejos. Dependemos de unos informes que debieron hacer las víctimas, que sin recursos, sin organización; hicieron lo que pudieron. La JEP ha sido una simulación de justicia que ofende y duele.
Además las Farc nada han dicho sobre el negocio del narcotráfico. Si quisieran aportarle a la paz, podrían hacerlo develando los secretos del perverso negocio. El narcotráfico sigue siendo el motor de todas las violencias; son los recursos para financiar ejércitos ilegales. Si las Farc desmovilizadas contaran sobre los socios, las rutas, los mecanismos mediante los cuales funciona el narcotráfico; si ayudaran al Gobierno a combatirlo le aportarían mucho a esa Colombia de las regiones que sufre con las consecuencias.
Nota final sobre la reforma tributaria: Colombia hoy tiene más de 40% de la población en la pobreza. Hay una responsabilidad política de atenderlos y un deber ético de impedir que haya colombianos pasando hambre. No tenemos los recursos. Urge una drástica reducción del Estado. Simbólicamente es muy importante, la señal y los ahorros ciertos. Sabemos sin embargo, que no será suficiente, por eso los colombianos que puedan deben contribuir, aunque sea con un pequeño aporte. En medio de una pandemia, muchos han sufrido; pero el principio de solidaridad nos obliga a esforzarnos un poco más para solventar la pobreza. No se trata de asistencialismo, se trata de que, en medio de la pandemia, del desempleo, no puede haber colombianos que no tienen nada, frente a un Estado y una sociedad indolente.
El gobierno debe asumir el compromiso de que esos nuevos recursos irán exclusivamente a los más pobres. Se podría crear un fondo con destinación precisa y cierta al que vayan esos nuevos recursos, de manera que todos los que paguen los impuestos sepan que están ejerciendo solidaridad con quienes lo necesitan.