Por: Luis Alfonso Albarracín
Después de dos meses y nueve días de posesionarse como primer mandatario de los colombianos, el presidente Gustavo Petro Urrego, ha empezado a generar serias controversias en el planteamiento de su accionar gubernamental, entre el sector empresarial y algunos actores de la opinión pública nacional, porque no se encuentran definidos los parámetros financieros como se van a financiar dichos programas. No existe coherencia entre el equipo de gobierno. Cada integrante esboza sus tareas que pretende desarrollar, sin tener claro cuales van a ser el horizonte para seguir, porque aparece el guardián de las finanzas públicas, el ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, bajándolos de la nebulosa porque no presentan los soportes financieros que conduzcan a financiar estas políticas públicas. No soy opositor al presidente. Pero desde estas líneas, como académico y analista económico de la vida del país, lo expreso con el mayor respeto. Ese es mi pensamiento. Respeto el de los demás.
Reconozco que he sido un duro critico del accionar del ministro de Hacienda Ocampo, por su estilo neoliberal que ha impuesto en las tareas desarrolladas en los cargos que ha tenido en anteriores gobiernos y cuyos resultados, junto con sus antecesores que son de la misma línea, han empobrecido a la población colombiana. Asimismo, mis contradictores me critiquen porque pienso así, soy un opositor acérrimo de las continuas reformas tributarias, que en las últimas tres décadas superan las 25, así las hayan disfrazado con otras Leyes, con epítetos encantadores, y que han esquilmado al bolsillo de los colombianos, porque tienen a 17 millones ganando solamente dos dólares diarios y cinco millones con ingresos diarios de un dólar. Absurdas medidas. Es como sacarle sangre a un anémico. Y de sobremesa, está en discusión otra reforma tributaria, de las tres que se propone impulsar en el presente cuatrienio, tendiente a financiar el nuevo Plan Nacional de Desarrollo.
A Dios lo que es de Dios y al Cesar lo que es del Cèsar. Ahora quiero destacarlo por su férrea disciplina fiscal que ha planteado, que sirve de marco para cumplir con los propósitos que planteó el presidente Petro durante su campaña. Se ha convertido en un vigilante férreo de la política fiscal del país. Espero que sus decisiones que ha tomado para frenar el tsunami de iniciativas del presidente Petro y el resto de sus integrantes, los haya bajado de la nebulosa y los aterricen a la verdadera realidad del país. Espero que no lo vayan a relevar por sus decisiones. Por este motivo, destaco el artículo del columnista Alvaro Ramírez Gonzáles, difundido a través de las redes sociales, durante la anterior semana. Lo titula: “UNA COSA PIENSA EL BURRO…!”. Expresa en sus apartes, que, frente a sus promesas de campaña, que lo llevaron al Palacio de Nariño, pero que definitivamente son impagables. Y al paso que van las cosas se ve muy claro que Ocampo con su natural disciplina financiera, cada día, desentona más en esta orquesta de lunáticos proponiendo cosas irrealizables como en los hidrocarburos o impagables como la compra de tierras para regalar y repartir.
Continua el columnista Ramírez González, que los Fondos de capital extranjeros tienen $120 billones en bonos colombianos de deuda pública. Los Fondos privados de pensiones tienen también $120 billones en esos papeles. El endeudamiento post pandemia de las finanzas nacionales está al límite.
Endeudarse más es romper la regla fiscal y eso hace estragos para la economía nacional, hace impagables los intereses de los bonos colombianos y le cierra las puertas de la banca a un país que siempre las tuvo abiertas.
No puede repetirse lo sucedido en la reunión desarrollada en Caldono Cauca, con la presencia del presidente Petro, donde afrontó el tema del conflicto de tierras en el norte del Cauca. En vez de aclarar la situación, la complicó mucho más. Fue manifiesta la intención de defender los derechos de los indígenas invasores y no la propiedad de los propietarios invadidos. Así lo interpretaron algunos sectores empresariales. No se pueden seguir improvisando de esta manera. Debe generar sinergias institucionales positivas y no negativas. De lo contrario, se le puede convertir en un efecto dominó adverso a sus sanas intenciones.
Considero que estas líneas debieran ser analizadas seriamente por todo el equipo de gobierno. No significa que no existan otras salidas. Lo he mencionado en anteriores columnas publicadas recientemente por esta tribuna de opinión. Hay otras fuentes para recaudar recursos sin lesionar el bolsillo de los colombianos. Para que haga un buen gobierno, la clave es que se rodee de ejecutivos técnicos de primer nivel para que los planes de gobierno se ejecuten con el eficiencia y prontitud.