Amadeo González Triviño
Dentro del concepto de la literatura que hemos abordado últimamente, es sin lugar a dudas, una gran satisfacción encontrar en el escritor huilense a RICARDO MONCALEANO, un interesante prosista que nos invita a revivir dentro de su concepción humanística, lo que será un valioso aporte para recuperar parte de esa memoria colectiva que no podemos dejar de lado, cuando encontramos en su obra, aspectos fundamentales de la realidad y del sueño o de las esperanzas de quienes nos volvemos cómplices del escritor para evocar y deleitarnos con la forma como se escribe.
La historia por el simple transcurso de los hechos o relato de los mismos, no tiene sentido, por cuanto no es la descripción física o pormenorizada de detalles por sí solos, los que se convierten en fuente del conocimiento, consideramos que cuando a ese proceso lo involucramos con la experiencia y con la reflexión de las causas y los motivos que mueven al ser humano en el contexto de la palabra, otros efectos hemos de encontrar y otras circunstancias hemos de visualizar en la medida en la que nos adentramos en su obra.
Este hijo del Huila, nacido en el municipio de Colombia, al norte de nuestro departamento, hoy radicado en Filadelfia (Caldas), nos ha sorprendido por su valiosa prosa literaria, en la cual se destacan entre otras obras sus libros: Mujer y Paisaje, poemario (1992), La rama del Cují (1997), Apólogos de un espantapájaros (2009) y la novela sobre la violencia que ha marcado parte de nuestra historia y de lo que ha sido la violencia partidista en Colombia que no se detienen, son referentes para adentrarnos en su estructura literaria y artística y valorar su importancia dentro del contexto de lo que ha de ser el hombre del nuevo milenio.
He venido sosteniendo que la literatura no es solamente el proceso de generar en las líneas que se escriben historias planas, historias donde el lector, no sea cómplice de las aventuras y formas como se nos va pintando el paisaje, y se nos presenta en determinado momento, elementos que nos hacen recrear, sonreír y sentir la alegría o brotar una gran carcajada cuando nos identificamos con aspectos esenciales de lo que se ha escrito.
En La Rama del Cují, selección de cuentos de nuestro escritor Ricardo Moncaleano, encontramos una sinfonía de textos que hacen parte de lo cotidiano, donde esa condición es embellecida por el lenguaje para hacernos sonreír, y donde al terminar cada una de sus historias, vamos descubriendo y aprendiendo con refranes o dichos populares, que hacen parte de nuestra realidad social y no podemos desconocer o dejar pasar por alto.
En algunos textos encontramos, por ejemplo: “A veces por quedar bien, / metemos las cuatro patas, / los guayos, las alpargatas…/ y hasta las quimbas, también.”
En el prólogo de esta obra, escrito por el compositor Jorge Villamil Cordovéz, se dijo:
“Es curioso y coincidente, que la existencia de las personas, su transcurrir y sus realizaciones, estén marcadas por los caprichos del destino. Sabemos donde se nace, pero los senderos de la vida y el sitio donde ésta va a terminar no lo sabemos. Es el caso de RICARDO MONCALEANO PEÑA, quien nació en la vereda “Galilea” de la localidad de Colombia-Huila, que luego crece en la población de Tello, y lo vemos luego residenciado en la ciudad de Manizales…” y más adelante precisa el maestro Villamil Cordovéz:
“Sus cuentos que narran el costumbrismo de nuestra tierra huilense, con personajes que adquieren vida y con una idiosincrasia multifacética, nos pintan con lujo de detalles la personalidad de nuestros paisanos opita, con sus diferentes matices y expresiones lugareñas, que enriquecen nuestro entorno”.