La columna de Alan
Por Alain Perdomo Herrera – perdomoalain3@gmail.com
El título del presente texto suena a desahogo, cada día son más numerosas las expresiones de los profesores sobre el enorme esfuerzo que hacen en el cumplimiento del rol de docentes, léase desde transición hasta la educación superior, no es para menos, el estudiante actual no quiere asistir a las aulas (presencial o virtual) por alguna razón, y menos ser evaluado. Esto en gran parte debido a la incomprensión del trabajo colaborativo o cooperativo, que radica en la necesidad de dividir el trabajo en roles complementarios y compartir conocimiento, en la educación colaborativa el esfuerzo del profesor se enfoca en ayudar al estudiante a desarrollar competencias y talentos, ello implica una permanente utilización de nuevos esquemas de enseñanza, que pueden variar su forma dependiendo de la composición de los grupos de alumnos con los que le corresponde interactuar, aun así, nada les gusta.
Al rol de profesor, se le suma otro muy importante que quizás es el más similar con el de la enseñanza tradicional; el de profesor instructor, que se ejerce mediante las actividades de explicación de la tarea por realizar y sus objetivos, el monitoreo del proceso de aprendizaje, colaboración y la evaluación crítica global en forma de retroalimentación. Este punto implica que las instituciones educativas deben prestar más atención a la relación con sus profesores, estableciendo una mayor interacción que supere los aspectos meramente contractuales, por una permanente dinámica en los procesos, pero sobretodo escucharlos.
En la página web del observatorio de la Universidad Colombiana, el doctor en Filosofía de la universidad de Granada y politólogo de la universidad de los Andes Juan David Zuloaga, publicó la historia del profesor Maitland Jones en New York, quien fue despedido por una carta motivada por sus estudiantes, quienes referían de él, que era muy complejo en los temas de la clase. Zuloaga en su columna cuestionó lo “asamblearia” que se ha convertido la educación en los últimos años, término utilizado por él para referirse a la práctica de los alumnos de decidir lo que debe enseñarse, es decir, “dictarle al profesor de lo que debe dictar”. El caso, también documentado en un artículo del New York Times, despertó todo tipo de suspicacias en el ambiente académico del país norteamericano, profesores como Paramjit Arora, cercanos a Maitland Jones, rechazaron su despido.
Por consiguiente, Juan David Zuloaga se desahogó. “La queja no fue porque el profesor no dictara sus clases ni porque fuese impuntual ni porque dejara los exámenes sin corregir o porque faltara al respeto a los alumnos. No, la queja de los estudiantes en cuestión era porque el profesor hacía el trabajo para el que había sido contratado, y lo hacía bien”, contó en su columna. Así mismo, Zuloaga lamentó que las universidades colombianas y del mundo cambiaran tanto como para darles a sus estudiantes la potestad de definir, entre otras, el temario de las clases y su metodología, lo preocupante, según él, son las propuestas de los estudiantes, desde la dinámica de lo trivial, o sea, lo intrascendente.
En cuanto a Jones, de 84 años de edad, se defendió de su despido arguyendo sobre lo que pasó con sus estudiantes, o mejor, lo que está pasando con los estudiantes en las últimas décadas; las malas calificaciones obedecieron, de acuerdo con él, a su déficit de atención en la comunidad “millennials”, que se agudizó con la pandemia.
Hasta cierto punto, es evidente que los directivos quieren que esto no se presente y que los estudiantes queden satisfechos para que hablen muy bien de la universidad, de tal modo que más personas se postulen y siga subiendo su posicionamiento en la clasificación de las universidades.
En este contexto, solo se espera que los acuerdos a que se llegaron en el marco de la reunión número 151 del Consejo Nacional de Rectores de la Asociación Colombiana de Universidades (ASCUN) en Barranquilla, comience a dar sus frutos. Los rectores de la mayoría de las instituciones de educación superior agremiadas formularon sus propuestas e inquietudes al Ministro de Educación Alejandro Gaviria, quien a su vez expuso “que la universidad no puede dejar de ser el espacio virtuoso del debate público, de la tolerancia ideológica, la apertura política, la creatividad intelectual, el liderazgo científico y la cultura democrática, mucho más en nuestro país, donde la sociedad reclama vehementemente la reconciliación y la paz”.
Adenda: En estos momentos en que las mujeres deportistas en Colombia han sacado la cara por el país, en especial las futbolistas, va para ellas todo nuestro respeto y admiración. Libro recomendado, cuentos del Futbol de Eduardo Galeano.
