Resulta indiscutible que los dispositivos tecnológicos y en especial, nuestros celulares, han llegado a ocupar un lugar tal en nuestras vidas, que rayan en lo invasivo, sin que nos demos cuenta. Por ejemplo, conocen nuestros hábitos de sueño, de consumo, de desplazamiento y de ejercicio, por nombrar algunas cosas. Ahora bien, es precisamente en este contexto de hiper-conectividad y excesiva dependencia a los dispositivos tecnológicos, que el proyecto de ley “de seguridad infantil” (PL No. 105 2020 Senado), que está a solo una firma de convertirse en ley, gana una especial relevancia.
El proyecto en cuestión recalca el rol que tiene el Estado, representado en este caso por el Ministerio de Educación Nacional, de “formular, implementar, hacer seguimiento y evaluar las orientaciones técnicas para el uso de herramientas tecnológicas de información y comunicaciones por parte de los niñas, niñas y adolescentes en los entornos escolares”. En lo que respecta a las instituciones educativas, el proyecto pone en cabeza de estas la obligación de implementar y dar cumplimiento a los lineamientos y reglamentaciones, en los niveles de preescolar, básica y media.
Soy consciente de que el trasfondo del proyecto es proteger a nuestros niños, niñas y adolescentes de los peligros que habitan en la red. Sin embargo, de una lectura al proyecto me llevo la impresión de que se “satanizan” los dispositivos tecnológicos, al fomentar reglamentación precisa y muy técnica sobre cómo, cuándo y dónde utilizar un celular.
Desde el punto de vista de padre y de persona que ha tenido la oportunidad de evaluar el desempeño y perfil profesional de varias generaciones de jóvenes, considero que esta ley merece dos reflexiones. La primera, es que fue precisamente gracias a los celulares y a los dispositivos diferentes a un computador, que muchos niños, niñas y adolescentes han podido “asistir” a clases en lo que ha durado la emergencia sanitaria. Gústenos o no, los dispositivos han llegado para quedarse y, más que una ley, el uso adecuado de estos viene desde casa.
La segunda, tiene que ver con el hecho de que he podido observar que los jóvenes salen del colegio e incluso de la universidad, sin una adecuada formación en el uso de programas básicos que deberían manejar, bien sea para ser empleados o emprendedores. La verdadera apuesta debe de estar orientada en enseñarles a nuestros jóvenes a explotar y a monetizar el conocimiento y uso de las herramientas digitales.