Por: Jaime Alberto Arrubla Paucar
Sorprendidos, un expresidente del Perú, su esposa, su hermano, dos ministras, la de salud y la de relaciones exteriores, y varios funcionarios públicos que, “a hurtadillas”, como vulgares delincuentes, aprovechándose de sus cargos públicos, se hicieron inmunizar con vacunas que venían para un programa experimental, destinadas al personal de salud en primera línea en combate contra el COVID. Lo hicieron como ampones, subrepticiamente, sin decirle a nadie, sin estar inscritos en el programa, sin atender el protocolo, sin correr el alea de que les tocara un placebo, sino a “la fija” y sobreseguros, como una manada de pillos cobardes. ¡Qué vergüenza para la democracia peruana¡, cuando servidores públicos se transforman en abusadores públicos y pretenden exculparse diciendo que prestaban su humanidad para experimentos científicos; “tras de ladrón bufón” resultó el presidentico ese. Gracias a la investigación periodística, el hecho no quedará impune y ya comenzaron a rodar cabezas por estos bochornosos hechos que pasaran a la historia de la infamia.
Muchos funcionarios del Estado no se dan cuenta que el cargo que buscaron es para servir a la sociedad y no para aprovecharse de ella. Utilizan los recursos públicos para su propio beneficio, sus escoltas para mercar, los carros que el Estado les facilita para los paseos familiares y su efímero poder, para proyectarse políticamente. Se convierten en una casta superior convencidos de tener mejores derechos que los demás. Algún periodista embolatado señalaba en la radio que los gobernantes y alcaldes debían recibir de primeros la vacuna, porque son los responsables de administrar los programas de vacunación. No puede estar más equivocado, para administrar un programa no se requiere estar vacunado; lo que se necesita es que no se expongan, que no salgan a vacacionar y que no se “brinquen” las normas y protocolos de seguridad. Tampoco es cierto el argumento de “dar ejemplo”; ¿pero ejemplo de que?, si la gente está esperando ansiosa a vacunarse. El ejemplo que se requiere es el respetar el turno.
El orden de vacunación lo dan unos criterios científicos, razonables y lógicos que deben ser respetados por “cirios y troyanos”. Nadie pone en duda que el personal de la salud que está en primera línea debe ser vacunado cuanto antes y nuestros ancianos que debemos proteger como lo más preciado de la sociedad; después, vendrán los enfermos y predispuestos, y así los demás órdenes para la vacunación. Los funcionarios públicos deben dar ejemplo y respetar ese orden, y no usar su poder para soslayarlo.
Por la vacunación adecuada se medirán los gobiernos en esta pandemia; ello será lo primero; luego vendrá el rescate de la economía. En Colombia ya nos anunciaron el desastre en que estamos, con un 6.8 de caída del PIB y un galopante desempleo. Y lo que se les ocurre es una reforma tributaria que desestimula al sector productivo y a la clase media sobre la que caen todas las desgracias. La contumacia es evidente; insisten en gravar las pensiones, que constituyen un ahorro, parte de unos ingresos que ya fueron grabados en su momento y en su fuente. Lo único que falta es que pasen a los jubilados de últimos en la fila.