Los primeros días de esta semana han sido aciagos para los habitantes de San Agustín y de las colonias agustinianas en los diferentes lugares de Colombia. Se fue a la eternidad un grande de la cultura de nuestro pueblo: Hernán Ordoñez Lozano maestro de maestros en el arte musical por varias generaciones, padre de grandes artistas y maestro de música, entregando estos dones a muchas personas a través de la docencia y enseñanza personal a sus grupos musicales, sin egoísmo y prejuicio alguno. Por ello, esta columna está tejida a muchas manos y lleva pedazos del corazón y del sentir de agustinianos que tuvimos la fortuna de gozar de ese talento único de nuestro maestro.
Hernán Ordoñez era un cultor nato que fue adornando su fructífera existencia con virtudes y habilidades artísticas consagradas especialmente a la música. Sus padres don Carlos Ordoñez oriundo de San Sebastián Cauca y doña Elvia Lozano, de Pupiales Nariño, se dieron cita en San Agustín para formar su hogar y una numerosa familia de ascendencia de artistas, pintores y músicos. Nacido el 16 de enero de 1947, desde los 6 años aprendió a tocar la dulzaina que le regalaron en navidad y a partir de esta fue evolucionando como autodidacta, fabricó su propia marimba, con la que amenizaba las fiestas de la escuela, el órgano del colegio y todos los instrumentos a su alcance; acompañaba el hermoso coro de villancicos de sus hermanas en la novena navideña y finalmente se dedicó al acordeón, ejecutándolo en casa, apoyado en la radio y televisión, viajando a Bogotá, haciendo programas en emisoras como Radio Santa Fe; cuando vuelve a San Agustín es pionero en la música con su orquesta el Súper-Combo Andino integrada con familiares y amigos; carismático y apreciado por todos, paseó sus notas por muchos pueblos y ciudades de Colombia, dejándonos un importante legado para su familia y para todos los agustinianos por sus cualidades artísticas, forjador cultural y como un gran ser humano.
La comunidad agustiniana unida expresa a su esposa Socorro, sus hijos Julio César, Óscar, Carlos Alberto y Claudia, también destacados artistas, sus hermanos, nietos y demás familiares nuestras más sentidas expresiones de condolencia por el viaje de su querido su esposo, padre, hermano y abuelo, quien hoy deja un vacío, pero al igual un sendero largo y pleno de huellas imborrables y el legado de cultura, civismo, decoro y don de gentes, siendo una gran pérdida para nuestro terruño. Él ha volado muy alto y con muchos honores a los que se hizo acreedor en su larga y prolífica vida artística, destacado por gobiernos e instituciones.
Rara vez San Agustín ha visto tantas flores y guirnaldas juntas en su honor como lo vimos en nuestra iglesia parroquial, los grupos musicales tocando sin cesar en los días de sus honras fúnebres y las bandas marciales de las instituciones educativas tocar notas cadenciosas y melancólicas en el desfile
del retorno a la tierra de los restos mortales de este cantautor y consagrado artista de todos los tiempos, que nos permitió distinguir con agudo oído, sus hermosas y clásicas melodías, que lo catapultaron como el mejor.
Este gran ser que dio cultura y legado a nuestro terruño es una gran pérdida para la cultura de nuestro pueblo. Hoy solo queda el recuerdo de las tradicionales fiestas amenizadas, en el Club Socara, el salón múltiple o en la plaza pública. Gracias maestro por saber deleitar con su música y su canto y poner a bailar un pueblo por tantas décadas y muchas generaciones. En nuestros corazones hoy palpitan las melodías del inigualable, Súper Combo Andino; albergamos gratos recuerdos y mucha gratitud para quien fuera ejemplo de ser humano, padre, esposo, hermano, amigo y paisano. El cielo está de fiesta, ha llegado un nuevo ser espiritual a alegrar con sus dones y talentos; Dios lo tenga en su Reino y premie sus buenas obras como educador, artista, ciudadano ejemplar y miembro de familia. Su acordeón y su voz se han callado pero su música y su canto trascienden y será la historia la que valore a un agustiniano ilustre. Paz en su tumba.