Evitar expresar este estado de ánimo puede resultar perjudicial para algunas personas, ya que puede crear expectativas e ideales difíciles de alcanzar. Este enfoque no solo puede afectar la salud mental, sino que también destaca que la felicidad no es un objetivo puntual, sino un esfuerzo continuo que requiere la adopción de hábitos sostenibles.
DIARIO DEL HUILA, SALUD
La felicidad es un concepto complejo, a menudo confundido con emociones momentáneas como la alegría, la euforia o la exaltación. Mientras estas emociones son temporales, la felicidad se define como un estado emocional profundo y estable. No es una explosión de sentimientos pasajeros, sino una condición duradera que trasciende los altibajos del día a día.
A diferencia de las emociones fugaces, la felicidad no depende de factores externos inmediatos, sino de una estabilidad interna que permite enfrentar la vida con una actitud positiva y resiliente. Mantener este equilibrio emocional es lo que realmente distingue la felicidad de otras experiencias.
Para comprender y evaluar la felicidad, se han desarrollado métodos como test y cuestionarios, que intentan medir el nivel de felicidad de una persona. Aunque estos instrumentos pueden ofrecer una visión general, es debatible si realmente aportan beneficios tangibles a quienes los utilizan.
Medir la felicidad puede ayudar a identificar áreas de mejora en la vida de una persona, pero también puede generar expectativas que, si no se cumplen, podrían afectar negativamente su bienestar.
En una conversación con Infobae, el psicólogo Sebastián Ibarzábal, miembro de la Asociación Argentina de Psiquiatras (AAP) y de la Asociación de Psiquiatras de Argentina (APSA), señaló: «Hoy en día existen diversas mediciones que se desarrollan y se implementan para evaluar la felicidad en sociedades e individuos. Estas mediciones consideran diferentes definiciones y diagnósticos, como la pregunta: ¿la felicidad se encuentra en sociedades donde las personas tienen una alta expectativa de vida, pueden vivir libremente y expresarse sin restricciones? Entonces, se toman estos factores como indicadores.»
Sin embargo, Ibarzábal señala que medir la felicidad presenta una dificultad: «Es complicado ser precisos y articular esto con la percepción subjetiva de cada individuo. Es difícil medir acertadamente la felicidad, ya que para cada persona puede significar algo diferente. Además, cuando se trata de medir los estados emocionales, también es complejo, porque estos estados son muy fluctuantes y es difícil que las personas mismas sean precisas al respecto.»
«Hay personas que dicen querer ser felices, pero en realidad no tienen claro qué significa eso para ellas ni qué desean hacer. Mientras más abstracto es el concepto, más difícil es alcanzarlo, ya que se convierte en un ideal inalcanzable. Si esta situación persiste, nunca llegamos a ese objetivo, lo que puede generar sensaciones negativas de displacer, malestar e incluso tristeza», advirtió el psicólogo.
Por su parte, Hugo Sánchez, académico de la Facultad de Psicología de la UNAM, explicó en otro artículo que la felicidad se define como la sensación de creer y tener esperanza en un futuro favorable, donde «las cosas» estarán bien. Este estado implica sentirse animado y percibir que las relaciones personales marchan de manera positiva. El problema surge cuando creemos que la felicidad debe impregnar toda nuestra vida. En realidad, es necesario experimentar todas las emociones, como la tristeza, la ira, la ansiedad y el miedo, ya que estas nos permiten una correcta adaptación al entorno. Bajo esa perspectiva, es importante no pretender mantenernos completamente felices todo el tiempo.
Por su parte, Ibarzábal sugirió: «Lo mejor que uno puede hacer es alejarse del concepto ‘quiero ser feliz’ y tratar de llevar esa idea a aspectos más concretos. Por ejemplo, decir lo siguiente: ‘Quiero alcanzar esto; quiero sentirme de esta manera; me gustaría llegar a tener esto; formar esta familia o encontrar una pareja con la cual pueda tener este tipo de vínculos’. Ser más precisos y concretos hace que esos objetivos que nos planteamos sean más alcanzables y palpables, lo que en definitiva nos hará sentir mucho mejor cuando los vayamos alcanzando.»
Con respecto a la medición de la felicidad, el Reporte Mundial de los países más felices del mundo analiza el bienestar en 143 países. El informe se basa en seis variables clave para medir:
– La esperanza de vida saludable
– Tener a alguien con quien contar
– La libertad para tomar decisiones de vida
– La generosidad
– La falta de corrupción
La edición 2024 del informe, realizada por Gallup, la Universidad de Oxford y la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, se centró en la felicidad a lo largo de las distintas etapas de la vida, con un enfoque especial en el bienestar de los jóvenes. Por séptimo año consecutivo, Finlandia ocupó el primer lugar en la clasificación general. Lituania fue el país más feliz para personas menores de 30 años, mientras que Dinamarca se destacó como el mejor para los mayores de 60 años. En América Latina, ninguna nación se ubicó en los primeros puestos, aunque Argentina subió del lugar 52 al 48 en 2023.
¿La felicidad debe ser un objetivo?
Muchas personas consideran que alcanzar la felicidad es un objetivo principal en la vida. Para algunos, esto se materializa al obtener un título universitario o lograr el trabajo soñado, mientras que, para otros, tener hijos o realizar un viaje muy deseado puede representar el momento más feliz de sus vidas.
El científico social y profesor en la Universidad de Harvard, Arthur C. Brooks, sostiene que la felicidad no es un destino final, sino una construcción diaria. En una publicación coescrita con Oprah Winfrey, propone abandonar la idea de que la felicidad es una meta definitiva y, en su lugar, sugiere un esfuerzo continuo por «ser más felices» día a día. En ese tono, el experto aconsejó seis puntos primordiales para llevar a cabo ese esfuerzo.
1. No fumar y cuidar la forma de beber. El abuso del alcohol está fuertemente correlacionado con el tabaquismo en el estudio de Harvard, pero muchas otras investigaciones muestran que, incluso por sí mismo, es uno de los predictores más poderosos de terminar triste y enfermo.
2. Mantener un peso saludable. Tener una alimentación equilibrada, rica en frutas y verduras y caracterizada por la moderación de las porciones es clave para mantenerse en peso. La meta debe ser lograr hábitos saludables sostenibles en el tiempo y evitar las dietas restrictivas difíciles de mantener a largo plazo.
3. Priorizar el movimiento todos los días. Para los expertos, la mejor manera única y comprobada de garantizar el ejercicio físico diario es generar el hábito de salir a caminar. Cada persona deberá hallar la actividad que más la motive para hacerla de manera continua.
4. Entrenar estrategias para enfrentar los problemas. En los últimos años, se ha desarrollado el concepto de inteligencia emocional, como la capacidad de gestionar lo que sucede a diario de manera tal de encontrar formas saludables de lidiar con lo imprevisto o lo que no depende de uno. Cada uno sabrá si la manera es trabajarlo con la ayuda de prácticas espirituales, terapia, o incluso meditación o mindfulness; el objetivo es evitar la queja excesiva, las reacciones emocionales no saludables o el comportamiento de evitación.
5. Desafiar al cerebro y nunca dejar de aprender. Está comprobado que conduce a una mente más activa en la vejez, lo que significa una vida más larga y feliz. No se trata de emprender una carrera universitaria tras otra, sino de participar en un aprendizaje intencional y de por vida, como leer no ficción para aprender más sobre nuevos temas, aprender un idioma o simplemente a jugar al ajedrez.
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6. Cultivar relaciones estables a largo plazo. No se trata solamente de relaciones de pareja. Un estudio de Harvard encontró una fuerte asociación entre la felicidad y las relaciones cercanas como cónyuges, familiares, amigos y círculos sociales. «La conexión personal crea estimulación mental y emocional, que son estimulantes automáticos del estado de ánimo, mientras que el aislamiento es un destructor del estado de ánimo», aseguraron los investigadores.
En una línea similar, en 2024, un estudio titulado «¿Cómo pueden las personas ser más felices?» revisó trabajos científicos anteriores para evaluar estrategias que promueven la felicidad. Esta publicación, divulgada en Annual Reviews, fue encabezada por Dunigan Folk y Elizabeth Dunn, de la University of British Columbia, en Canadá.
Los resultados sugirieron que ser más sociable y mantener una actitud positiva son las estrategias más efectivas. En contraste, prácticas como la meditación o realizar actos de bondad aleatorios mostraron poca o nula efectividad. El método incluyó la preinscripción de estudios para garantizar transparencia y reducir sesgos.
Los autores destacan que, aunque las relaciones cercanas son cruciales para la felicidad, incluso las interacciones breves con extraños pueden ofrecer beneficios emocionales. También exploraron la hipótesis de la retroalimentación facial, que postula que nuestras expresiones faciales, como sonreír, pueden influir en nuestro estado de ánimo. Aunque el efecto es menor cuando los participantes conocen las expectativas de los investigadores, sonreír naturalmente parece inducir felicidad.
El análisis subrayó que las prácticas sociales, como la gratitud y la sociabilidad, son más efectivas para incrementar la felicidad en comparación con otras estrategias. Los autores concluyeron que para aumentar de forma confiable la felicidad, es crucial adoptar métodos basados en teorías sólidas y validados a través de rigurosas pruebas científicas.
En 2023, se investigó la relación entre la sobrevaloración de la felicidad y la tendencia a la rumia. Estudios previos han sugerido que un deseo extremadamente fuerte de felicidad podría reducir irónicamente el bienestar de una persona. La estandarización de la felicidad, especialmente a través de logros materiales o en redes sociales, puede ser nociva, alejándonos del presente y del bienestar.
En un artículo institucional de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Boris Marañón Pimentel, investigador del Instituto de Investigaciones Económicas, argumentó que el mundo actual está demasiado materializado y dominado por el egoísmo y la acumulación. Sugirió que cualquier medición de la felicidad debería centrarse en la cooperación entre los humanos y en aspectos no sólo materiales, sino también subjetivos que producen satisfacción en la vida.
Finalmente, el psiquiatra Federico Beines destacó que, aunque la medición científica de la felicidad tiene sus limitaciones, es posible investigar y relacionar ciertas emociones con el bienestar. Subrayó que, en la cultura occidental, la ansiedad y la depresión son comunes, mientras que la felicidad estaría relacionada con vivir en el presente. Sin embargo, cualquier intento de estandarizar la felicidad está destinado al fracaso, ya que, aunque es medible, no es estandarizable.
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