El sector agrícola colombiano se ha propuesto metas ambiciosas en su plan para el año 2025, con el objetivo de alcanzar 36.100 hectáreas sembradas en dos cosechas y una producción de 45.000 toneladas. Para lograrlo, se requerirá aumentar la productividad a 12,60 kilos de fibra por hectárea, una meta que se considera alcanzable gracias a tratamientos que incluyen la optimización de semillas nuevas y transgénicas. Estas semillas no solo controlan las plagas, sino que también aumentan la productividad, según afirmaron los expertos del sector.
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Una práctica clave que se está empleando en la implementación de estos cultivos transgénicos es el uso de cultivos refugio. Esta técnica se utiliza en cultivos genéticamente modificados que tienen resistencia a insectos, y en Colombia, la mayoría de los cultivos utilizados poseen estas dos propiedades especiales, incluyendo la tolerancia a herbicidas. El cultivo refugio consiste en mantener una porción del terreno sin resistencia a insectos, lo que permite conservar insectos susceptibles al material genético de los transgénicos.
Además de los beneficios productivos, un estudio publicado en la revista especializada GM Crops & Food ha destacado el impacto positivo de los cultivos transgénicos en la reducción de la huella ambiental de la agricultura. Estos cultivos han disminuido la huella ambiental en un 17%, lo que equivale a una reducción de 14.700 millones de litros de combustible y 39.100 millones de kilogramos de emisiones de carbono desde que se adoptaron hace 25 años. Este avance también ha permitido aumentar la producción mundial de alimentos y fibras sin necesidad de expandir la frontera agrícola, lo que contribuye a la sostenibilidad y la conservación de los hábitats naturales.
Graham Brookes, autor del estudio, destacó que la tecnología de cultivos genéticamente modificados sigue desempeñando un papel importante en la reducción de la huella ambiental de la agricultura y en garantizar el suministro mundial de alimentos de manera sostenible. Esta tecnología ha reducido la presión de convertir nuevas tierras en agricultura, un aspecto crucial para preservar y restaurar los ecosistemas naturales.
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