Según el diccionario de la Real Academia Española: impúdico es aquel carente de pudor o recato, honradez, rectitud, vergüenza, conciencia o dignidad, que se deja dominar por las malas costumbres y los vicios. Pues bien: todos esos adjetivos ya lo sabemos, le caben al Congreso de la República en sus actuaciones, donde se actúa y se legisla no pensando con decencia en el interés general sino en sus protervos intereses producto de las componendas y pactos simoniacos propios de la torcida actividad política, donde priman, claro, las reciprocidades que dimanan del vitando sistema político electoral que nos rige.
Para muestra de las tantas que nos dan a diario, que proceden sin ninguna vergüenza de esta contaminada corporación de los mal llamados padres de la patria, es lo que pasa y ha pasado en el Senado con los ascensos de los uniformados que ya es costumbre sin que pase nada, que pese a los graves cuestionamientos que había para algunos de ellos, le dio vía libre a los ascensos de oficiales investigados por escándalos de corrupción y violación de los derechos humanos, contrariando lo que pedía la oposición por ser la lógica que debía primar en estas promociones, de “que los ascensos debían concederse a aquellas personas que ostentan “las más altas dignidades” en la defensa del Estado Social de Derecho”.
Y es que la oposición en el cumplimiento de ese sano propósito, pedía a la plenaria que se votara uno a uno y en forma separada como debería ser en tan delicada materia los 46 ascensos, pero la mesa directiva en cabeza del también cuestionado presidente de esa corporación Juan Diego Gómez del Partido Conservador, como no, negó la sensata solicitud de transparencia en la autorización de los ascensos, procediendo a aprobarlos en bloque cobijando los ascensos de oficiales vinculados a investigaciones por homicidio y por manipulación y adulteración de hechos criminales sin ningún respeto por las víctimas, que muy poco les importa a los congresistas cuando se trata de cumplirle al establecimiento por las actuaciones así sean desviadas de sus integrantes.
Qué se le podía pedir al presidente del Senado, que fue elegido como tal pese a los graves reparos que tenía para ocupar esa dignidad, ahora convertida en indignidad como la presidencia de la Cámara en cabeza de la cínica y plagiadora Jennifer Arias, por lo que los senadores de la oposición no tuvieron más alternativa que retirarse de la votación de los ascensos de oficiales de la Policía y las Fuerzas Militares, dejando la constancia de que, de los 46 uniformados, 18 tenían investigaciones por corrupción y violación de los derechos humanos. Por eso, ahora que se avecinan las elecciones para el congreso hay que insistir como urgencia nacional en la renovación total de esa contaminada corporación para que no siga actuando con impudicia sumiendo en la desvergüenza y la indignidad a una institución que hoy está en la cima del desprestigio nacional por designar y elegir como operación normal para las dignidades y los cargos públicos, a quienes tengan más cuestionamientos.