Luis Humberto Tovar Trujillo
Leí recientemente una publicación de Monseñor Rueda, arzobispo de Bogotá, “Hay fariseos que no quieren la paz”. Difícil entender a quién en concreto se refería.
Cualquier lector desprevenido, escuchando este predicamento, diría frente a tanta hipocresía, en todos los órdenes de nuestra sociedad, de ahora y siempre, a quiénes se dirigía.
En las épocas de vida de Jesús, ya hablaba de fariseos, a quienes ejercían la hipocresía como modo de vida, como en los actuales momentos de nuestra sociedad.
Será acaso una predica dirigida a su colega De Roux, quien ejerce a plenitud la hipocresía, es decir, el fariseísmo en sus relaciones con los ciudadanos, que de alguna manera creen, en que su vestimenta de cura lo hace acreedor a predicar la verdad, y solamente la verdad, pero nada de eso es así.
Será que, De Roux, no quiere la paz, cuando como presidente o director, qué se yo, como se llama esa catedral de mentiras de la comisión de la verdad, haciendo de la mentira una ratificación del fariseísmo, con que ha actuado, para no se qué intereses, me los imagino, desde luego, acentuando la polarización del país, dividido frente a la verdad.
La mentira, la hipocresía, la ejercen los fariseos que no quieren la paz, porque la ejercen como modo de vida; eso divide y polariza; quien actúa así, es un hipócrita, un fariseo.
Pero también, en esta sociedad farisea, no se escapa nadie, porque la mentira es el pan de cada día en todos los sectores de la sociedad, y nuestra institucionalidad; miente el político, mienten muchos curas, mienten muchos pastores, mienten los congresistas, mienten los guerrilleros, miente el gobierno, mienten los candidatos para llegar al poder; mienten los padres hacia sus hijos, es decir, una sociedad farisea, desde su nacimiento, y nadie se preocupa por redimir ese escenario de falsedades, mentiras, y fariseos.
“Ustedes deben hacer todo lo que ellos digan; pero no hagan lo que ellos hacen, porque enseñan una cosa y hacen otra”., Mt. 23, 3.4.
Sentencias diversas existen, desde la liturgia de la palabra, donde se reafirma la condena a los hipócritas y fariseos, “Qué mal les va a ir”; van por todas partes conquistando adeptos, y al final los traicionan, porque la mentira es el rector de sus actos, ese fariseísmo, desde todos los puntos cardinales, ha arruinado a la sociedad, y al establecimiento, a tal punto que solo hemos llegado a la conclusión pronta, de “qué mal les va a ir”, y ya comenzó ese peregrinaje con los acontecimientos recientes de Chile.
Dejemos de ser sepulcros blanqueados como De Roux.
