Diario del Huila

Servirse del dinero sin ser su esclavo

Sep 17, 2022

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La columna de Toño

Por el P. Toño Parra Segura

Tema preferido de San Lucas, cuyo Evangelio estamos meditando en este Domingo 25 del ciclo C del año litúrgico, es el del dinero. De las 38 parábolas pronunciadas por Jesús, 16 se refieren en alguna forma al manejo de las riquezas, a la propiedad o a los administradores. Son propias de San Lucas: la del rico insensato, la del rico epulón, la  conversión de Zaqueo, la del joven rico, la del administrador fiel y prudente y la de hoy, el administrador astuto y sagaz.

La pregunta que salta a la vista sería, por qué Jesús que fue tan pobre, ¿que no manejó dinero alguno, que no tuvo casa ni propiedades insiste tanto en este tema?  Podríamos responder sin mucha teología: como Él es el enviado de un Padre misericordioso y éste nos ama hasta el extremo, quiere prevenir a todos sus hijos de los peligros que para todo ser humano y más para sus discípulos trae el dinero.

Es bueno aclarar para no confundirnos en el texto de hoy que el Evangelio no alaba y aprueba la trampa y el abuso de confianza del administrador que iba a ser ya despedido por malos manejos; se destaca la sagacidad y astucia para ganar amigos. El “amo o patrón” aquí no es Jesús, sino el señor de la parábola.

El mensaje esencial de la parábola está al final de la comparación: “Por eso yo os digo: aprovechen de la falsa riqueza para ganar amigos…. No es posible servir a Dios y al dinero” (Lc. 16,13).

El verbo servir debe ser interpretado en los dos casos de manera radicalmente distinta: “servir a Dios” es una dependencia que nos hará libres para servir a los más necesitados; mientras que el “servir al dinero” crea una esclavitud que aplasta la persona y pervierte las relaciones con Dios y con los demás como nos describe la parábola  del rico epulón y el pobre Lázaro. (Lc. 16, 19-31).

El dinero no es ni bueno ni malo, tampoco la coca y menos el alcohol, pero los efectos dependen  del uso que le demos a esos elementos.

Tenemos que ser todos buenos administradores, hacer rendir las cosas que Dios pone en nuestras manos, servirnos de ellas para vivir y ayudar a vivir  a los demás. Al buen administrador y todos lo somos de algo se le pide según Pablo que sea fiel, honrado que rinda cuentas y seguro que tendrá premio.

Lo poco que somos o tenemos se convierte en mucho, cuando somos fieles según  el texto de hoy. Aquí desde luego no se trata solo de cosas materiales, sino de los carismas que cada uno tiene, las profesiones, el talento, la inteligencia y todo lo que somos. No seamos esclavos sirviendo al dinero, seamos libres sirviéndonos de él para ganar muchos amigos ahora, que son los pobres, los que no tienen ni siquiera voz para decirnos “gracias”. Habrá quién nos devuelva el ciento por ciento de lo que invertimos en los demás.

Finalmente a propósito del dinero recordemos: que es un factor preponderante de nuestra vida, resuelve dificultades económicas, pero no siempre permite comprar lo que constituye nuestro más profundo deseo. Por ejemplo, se puede comprar un libro, pero no la inteligencia; la comida, pero no el apetito; la cama, pero no el sueño; el lujo, pero no la belleza; una casa, pero no el hogar; el sexo, pero no el amor; la diversión, pero no la felicidad; el crucifijo, pero no la fe; un lugar en el cementerio más lujoso, pero no en el cielo. De donde podemos deducir que “no basta tener

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