Los colombianos festejamos los triunfos, las metas, los logros, lo que se nos ocurra, antes de que sucedan, hacemos cuentas alegres sobre lo que creemos va a pasar o como dice el refrán: Atravesamos el puente antes de llegar al río.
Por ese mismo triunfalismo hemos sido muchas veces campeones, antes de cualquier competencia deportiva, dsespués vienen la desilusión y las recriminaciones a los protagonistas.
Esas situaciones se han vivido en las últimas semanas en desarrollo de los Juegos Olímpicos de Tokio, donde varios de nuestros deportistas estaban dentro de los pronósticos para alzarse con medallas, de cualquier metal.
Los mayores dardos han caído sobre Catherine Ibarguen, ganadora de oro y plata en las dos últimas Olimpiadas y Mariana Pajón, doble oro en Londres y Río. Sin embargo, en las justas de 2021 (o 2020) no lograron reconfirmar sus logros pasados. La primera quedó eliminada en la final y la segunda se llevó plata en su especialidad.
Hoy han sido objeto de críticas por su participación, olvidando su pasado glorioso, triunfos que nunca antes otros colombianos ha conseguido, desconociendo de paso todo el esfuerzo que realizan para su preparación, superando incluso, las dos fuertes lesiones que les menguaron su rendimiento, pero nunca el coraje.
Así hoy no se hayan alzado con el oro, no dejan de ser nuestras campeonas, como tampoco se puede desconocer el esfuerzo, sacrificio y preparación que realizan las otras deportistas que superaron a nuestras compatriotas. Todos los deportistas que asisten a estas justas tienen un mismo objetivo: alcanzar la gloria olímpica.
Las críticas no tienen ninguna validez cuando provienen de personas, que desde la comodidad de una silla se dedican a descalificar y a exigir triunfos que ellos mismos no son capaces de alcanzar y desconocen sin miramientos, todo el recorrido que tienen que hacer los deportistas colombianos para al menos poder practicar su deporte de una manera digna.
El deporte es una profesión de héroes y en un país como Colombia es de grandes seres humanos, teniendo en cuenta el poco apoyo estatal, sin desconocer que en los últimos años ha mejorado precisamente por los triunfos internacionales, por eso no es justo que debamos exigirles a nuestros deportistas estar en lo más alto del podio, solo para sentirnos orgullosos de ser colombianos.
El orgullo por nuestro país y nuestros dignos representantes en los Juegos Olímpicos y otros muchos eventos donde Colombia hace presencia, debe ser siempre. Ganen o pierdan, donde haya un colombiano sudando la bandera tricolor hay que celebrar, siempre celebrar.