DIARIO DEL HUILA, CRÓNICA
Por: Hernán Guillermo Galindo M
Jaime Quintero Cabrera es un octogenario dedicado al culto del rajaleña como aire de la picaresca regional. Tiene la virtud de componer y cantarlas sin saber leer ni escribir. Sin embargo se queja de no haber recibido reconocimiento por su trabajo. En compañía de su esposa Laura Dussan, artista como él, le contó a Diario de Huila de sus inicios y de sus momentos vividos al son de la rajaleña.
Jaime Quintero, vestido con el traje tradicional del Sanjuanero, recibe a Diario del Huila en compañía de su esposa Laura Dussan, que es pintora. Cuenta que desde que tiene uso de memoria se enamoró del rajaleña escuchando a su abuela Luciana Joven cantarlas.
“Mi papá abuelo tocaba el tiple y mi mamá abuela echaba rajaleñas y danzaba con una falda larga, por ese entonces yo tenía unos doce, trece años de edad. Tal ves el gusto por las coplas me quedó de escuchar a mi abuela cantar”, relata Jaime entre risas.
Jaime tiene actualmente 85 años cumplidos y desde siempre le ha gustado la música y el folclor de la tierra, en especial las rajaleñas. En todo su proceso artístico ha sido fundamental su esposa, Laura, que ha sido la que escribe las coplas que se le ocurren a él, ya que no sabe leer ni escribir.
“Ella ha sido la encargada de escribir, pues es la fecha que no se leer, no se escribir, no tuve la oportunidad de ir siquiera a un día de escuela”, cuenta.
Al grupo de Ulises Charry
La desaparecida folclorista Inés García de Durán, una leyenda de nuestras fiestas es la que le pide a Ulises Charry, uno de los grandes cultores de la rajaleña en el Huila que integre a Jaime Quintero a su grupo. “Ulises me llama y entro al grupo a cantar, yo canto alto, era la primera voz de conjunto, eso fue hace unos 45 años. Ganamos en la Concha Acústica que es cuando doña Inés nos escucha y ahí me integro al grupo”, narra Quintero.
Jaime dice antes de casarse no se podían escribir sus coplas, “fue cuando me casé que comenzaron a quedar por escrito mis canciones, mi esposa las iba escribiendo y las fuimos guardando, cuando era soltero tenía que memorizarlas”, relata.
Llegaron a ganar ocho años de manera consecutiva en los concursos de rajaleña, hasta que los declararon fuera de concurso. “Fue algo maravilloso recibir el reconocimiento del público, al punto que los de los otros grupos nos decían, ¿otra vez van a ganar, no nos van a dejar nada para nosotros?”
Jaime y su esposa muestran una foto en blanco y negro del grupo “Aires de Peñas Blancas”, que dirigía el maestro Ulises Charry y del que él hizo parte con orgullo. “Eso sí muchas veces ganamos con las coplas de mi mamá abuela”, añade.
“Fue tal el reconocimiento que tuvo el grupo Aires de Peñas Blancas que nos llevaron a Ibagué, estuvimos en Bogotá, nos paseábamos por las emisoras en la capital, nos presentamos en una oportunidad en el Teatro Colón, también estuvimos en Ginebra, Valle, en el festival Mono Núñez, siempre a representar al Huila”, relata.
Reconocimiento
Jaime Quintero que conserva su voz y su lucidez, ahora se siente un poco olvidado por quienes están a cargo de las festividades tradicionales y la cultura en el Huila, es uno más de los grandes que fueron leyenda, pero que no han recibido el reconocimiento que se merece.
Sobre si le gustaría recibir un reconocimiento, dice; “Sería una cosa buena para uno, que lo tuvieran en cuenta para algo, como grupo recibimos el tambor de oro, que se lo entregaron a Ulises, pero a nosotros no nos quedó ni siquiera una foto de ese día, que nos hubiera quedado algo para el recuerdo”, añade.
A manera de mensaje a las nuevas generaciones, Jaime Quintero, les manifiesta que ojalá tengan la rajaleña como algo grande, pues representa el folclor del Huila, que no lo dejen desaparecer.
Para finalizar, cuenta que hace poco celebraron las bodas de oro con su señora Laura Durán, y para la celebración le compuso unas rajaleñas. “No teníamos nada, nada para la celebración por lo que me dije, aunque sea le voy a dar una copla a la vieja ahora que estamos los dos solos acá, no le podía decir que me las escribiera porque era una sorpresa”, cuenta y vuelve a su sonrisa agradable.
“Dios me ayudó, las memoricé y las canté a las seis de la tarde:
Yo tenía cinco novias, cuando me fui a casar
Escogí a Laurita para llevarla hasta el altar
Estaba yo pescando en el Baché
y conocí a una niña de quince años y con ella me casé.
Me casé a los veintiséis y ella tenía quince años, siendo su marido
Ya con esta se despide este viejo……analfabeta
Para cantar como canto nadie me tapa la jeta”
La que más aplaude es la señora Laura, que lo mira con el mismo amor de hace más de 50 años.