Álvaro Hernando Cardona González
Innumerables veces hemos argumentado que una de nuestras grandes taras, es que somos incapaces de sincerar los problemas. Nos falta realmente valor, reconocer qué causa los problemas nacionales, y no lo tienen los politiqueros porque tenerlo, implica perder votos. Los problemas de Colombia se enfrentan calculando el impacto que tendrá en el caudal de votos y no en solucionar estructuralmente los problemas.
Eso sucede en gran medida con la denominada “reforma agraria”, que al menos desde el punto de vista de política pública sectorial y normatividad, ya la tenemos desde 1936 (Ley 200), y que se consolidó con la Ley 160 de 1994 y el Decreto Ley 902 de 2017.
En otra columna “Problemas de tierras rurales”, publicada en este espacio el 30 de abril de 2022, ya habíamos expuesto algunos de estos problemas. Pero incluyamos otros.
Es que primero sinceremos que desde hace rato se viene haciendo un reordenamiento del sector rural desde el punto de vista de la propiedad y tenencia y, lamentablemente, en menor medida, desde el punto de vista del desarrollo del sector para los productores. De hecho, estamos seguros que lo que se viene haciendo en el primer aspecto, hay que dejar que se siga haciendo y volcar el actuar público y privado sobre el segundo aspecto.
Se ha avanzado enorme para formalizar títulos de propiedad sobre todo para quienes ocupan tierras que son suyas, pero no se legalizaron los títulos porque se querían evitar tributos (ganancias ocasionales e impuestos sobre sucesiones por causa de muerte). Se ha avanzado mucho en identificar baldíos, adjudicables e inadjudicables, aunque poco en sincerar otro problema que es la ocupación de áreas de especial protección ambiental, como parques nacionales y regionales, santuarios de flora y fauna, páramos, nevados, franjas de protección hídrica, etc. (el problema de los votos que ya mencionamos). También se ha avanzado enormemente en legalización de baldíos con obras públicas y de interés público (acueductos, escuelas, etc.) y en adjudicación de bienes fiscales (como por ejemplo, los adquiridos para reubicaciones y planes especiales, como sucedió con la avalancha del río Páez).
Es cierto que aún falta mucho por hacer, pero negar o tergiversar lo que se ha hecho, es populista, acrecienta odios, alimenta ilusiones e impide avanzar más.
Como decíamos, donde poco se ha avanzado es el desarrollo rural, entiéndase, infraestructura para el sector: vías, electrificación, canales y distritos de riego, transferencia de tecnología, centros de acopio y transporte. Basta decir que se puede repartir cada centímetro del suelo rural con vocación agropecuaria, pero sin agua, o sin vías, eso vale poco.
La semana entrante explicaremos otros problemas que necesitan urgentemente sincerarse.