Álvaro Hernando Cardona González
En la dificilísima tarea de sincerar los problemas rurales, en esta columna continuamos la de la semana anterior, exponiendo algunos aspectos que los politiqueros evitan.
Sobre el hombre del campo. Ya es hora de aceptar que como todo en la vida, hay personas que saben trabajar el campo. Hay mucha gente pobre que lo sabe hacer, pero también mucha de clase media y alta también lo sabe hacer; que es lo único que saben hacer. Lo hacen industriales también. De hecho ojalá tuviéramos más, personas que saben del campo, con capital para invertir sin menoscabar su calidad de vida, porque ese es el problema para los pobres: las labores agropecuarias requieren capital. Se requieren canales y sistemas de riego, se necesita llevar electrificación (conocemos un caso donde la Electrificadora del Huila SA-ESP “expropió” un tendido y transformador que un finquero pagó de su bolsillo), se necesita seguridad (capturar bandas delincuenciales e imponer la Justicia), se necesitan buenas comunicaciones e internet, maquinaria, semillas garantizadas, etc.
¿Expropiar? A este respecto lo primero es reconocer que la expropiación, previa indemnización, está en la Constitución Política, recogida desde los albores de las leyes de reforma agraria de principios del siglo pasado. No es nuevo. Pero esta figura, nunca estuvo en manos de ideologías de izquierda. También es importante reconocer que con el Decreto Ley 902 de 2017, se amplió esta gracias a que se permitió que los propietarios de tierras pudieran ofrecerlas voluntariamente al Estado quien las compraría con un Fondo creado para esta y otras eventualidades. Pero como el Fondo nunca tuvo dinero suficiente, como las ofertas se reciben por debajo del precio comercial y se ofrece pagarlas con bonos y otras figuras que no garantizan ingreso para los vendedores, ha fracasado. De ahí que la ahora “reforma”, que de tal no tiene absolutamente nada como hemos estado mostrando en estas columnas, debe partir necesariamente de lo que se viene haciendo, pero que hay necesidad de terminar: actualizar el catastro, clarificar los bienes nacionales (baldíos), también clasificarlos (entre adjudicables e inadjudicables), estimular la oferta de inmuebles (son muchos los que quieren vender pero nadie compra; ¿por qué será?), hay que expropiar sin dilación los inmuebles adquiridos ilícitamente por las bandas delincuenciales.
La verdadera reforma agraria es al revés: expropiando las casas campestres, por ejemplo, con las que se fraccionó absurdo el mejor suelo rural e integrar unidades productivas. Tenemos “campesinos” a quienes se les ha adjudicado varios inmuebles y hombres del campo con predios inexplotables.
La distribución de la tierra, debe hacerse planificando y priorizando la productividad. No de manera populista.
