Por: Carlos Tobar
El gobierno de Gustavo Petro está realizando un ajuste fuerte al precio de los combustibles (Gasolina y Acpm), insumos básicos para, especialmente, la industria del transporte. Somos todos los usuarios de todas las modalidades de transporte los afectados. No se escapa nadie.
Moteros, vehículos particulares, de transporte de pasajeros, de transporte de carga, de maquinaria agrícola, de equipos industriales, etc. El reajuste propuesto por el gobierno es brutal, casi el 100%, hasta llevarlo a precios internacionales medidos en dólares.
Ya lo logró con la gasolina, ahora, desde este mes de septiembre, empezó el alza del diésel, un combustible altamente sensible para el transporte de carga y pasajeros. Es decir, no habrá artículo alguno o persona que no sienta el “riendázo”.
Las disculpas oficiales son varias. La más socorrida es que hay que cerrar el desajuste del FEPC – Fondo de Estabilización del Precio de los Combustibles. Dicen, que el reajuste del FEPC es una herencia perversa del gobierno Duque, que marrulleramente no procedió a hacer el cierre de la brecha de precios, como lo ordenaba la ley. Y, ahora el gobierno responsable de Petro, procede solícito a cumplirla.
Lo cierto es que esta medida ha sido impulsada por el Fondo Monetario Internacional – FMI, un organismo creado en los acuerdos de Bretton Woods en el que las potencias victoriosas de la II Guerra Mundial impusieron las reglas de los sistemas monetario, financiero y comercial mundial. El FMI es el guardián por excelencia de los intereses del gran capital financiero y, así actúa.
En el caso concreto de los combustibles (gasolina y acpm) que consumimos los colombianos, lo primero que hay que decir es que el petróleo (materia prima para la producción de combustibles), es de producción nacional. No es importado. Su costo interno de producción está muy por debajo del costo del petróleo en el mercado internacional.
Por limitaciones de refinación interna, una pequeña parte de los combustibles son importados. Pero, el grueso del consumo nacional es de producción propia a un costo muy inferior de si tocara traerlo del mercado internacional.
La exigencia del FMI de contabilizar el negocio del petróleo y sus derivados a precios internacionales (el precio de compra se fija como si se adquiriera en el Golfo de México, e incluye transporte por barco y seguros), en un país que su mercado interno se tasa en pesos, la moneda nacional, es un sobrecosto en extremo gravoso.
El petróleo y sus derivados se contabilizan en dólares para favorecer los negocios del gran capital que invierte en el mercado petrolero interno, no obstante que las ganancias obtenidas en la exploración y explotación son las normalmente reconocidas en el mercado mundial. Los precios internacionales les otorgan ganancias extraordinarias que, se hacen a costa de los consumidores colombianos.
Un negocio leonino.
Neiva, 02 de septiembre de 2024