Hace unos años se dijo que Colombia es uno de los países con más desigualdad en el mundo y el más desigual en Latinoamérica, evidenciando que no es suficiente generar crecimiento económico si éste no se distribuye adecuadamente en la población.
Es decir, urge implementar un mecanismo que permita que los recursos se transfieran de quienes los tienen a quienes realmente los necesitan. De la misma manera, se requiere que los gobiernos, el Estado, los gremios, la academia y las ONGs, se comprometan con las mayorías para que el desarrollo, la justicia y la paz lleguen a todos, y se puedan lograr sociedades más libres, más satisfechas, mas humanas.
Del mismo, se necesita una recomposición de los valores, pero no sólo de la comunidad, sino también a quienes tienen el poder y la riqueza. Pues se habla abiertamente de unos valores éticos que no se llevan a la vida diaria. Es decir, unos valores éticos que existen sólo en la teoría y sirven para el discurso amañado.
Por eso es conveniente que las mayorías tengan oportunidades y acceso a la adquisición y generación de conocimiento, a los avances de la ciencia y de la tecnología, pues es urgente generar desarrollo desde abajo y desde adentro, para erradicar la desigualdad, lograr calidad de vida, crear riqueza y distribuirla equitativamente, y alcanzar buenos niveles de inclusión social.
Unido a este sentir, se incluye el asomo, gusto y afición por la tecnología que aumenta cada vez más en la población colombiana.
Y a propósito de ello, es indudable que los avances en esta materia se producen a velocidades sorprendentes. ¿Deberían los avances tecnológicos propiciar la construcción de sociedades más humanas? Diríamos que la respuesta debe ser positiva. Pero, infortunadamente la realidad es otra, ya que este tipo de adelantos y desarrollos está generando distanciamiento, y formación de personas más insensibles, más egocéntricas y, por ende, menos humanas.
Es preciso tomar medidas que conduzcan a pensar proyectos incluyentes, por un lado; y a ser prácticos, por el otro. Lo primero para pensar en propuestas claras y viables, y lo segundo, para actuar de manera puntual y eficiente en la raíz de los problemas. No se puede seguir pensando y permitiendo que los pueblos vivan a la merced de su destino. Se requiere el apoyo de toda una sociedad, y de la voluntad de mentes abiertas a la generación de más solidaridad y menos indiferencia.
Hay que crear nuevas formas de trabajo colaborativo, donde se articule la tecnología pero sin perder la esencia humana, pues de lo contrario, la sociedad avanzará hacia lo que pronosticó Albert Einstein: “Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad. El mundo sólo tendrá una generación de idiotas”.