Según el diccionario, Tartufo tiene como significado hipócrita y falso, y de acuerdo a lo que expresa la obra de Moliere, se trata de personas que se cubren con ropaje religioso y moralista para el ejercicio de la maldad. Pues bien: precisamente, lo que ahora a raíz del atinado fallo proferido por la Corte Constitucional que despenalizó el aborto hasta la semana 24, un grupo de extremistas, más por razones fanáticas y religiosas que de respeto a los derechos humanos, que se denominan próvida para oponerse al aborto, como el cavernario e incendiario exprocurador Ordóñez y el insípido precandidato del partido conservador David Barguil, han salido a descalificar en forma infame e inicua a nuestro máximo tribunal de justicia constitucional, sindicándolo de genocida y de convertir el aborto en un método anticonceptivo.
Lo primero que hay que decir frente a las sandeces terroristas – porque no se pueden llamar de otra manera-, es que la Corte por supuesto no ha autorizado ni cometido ningún genocidio, ni ha convertido el aborto en un método anticonceptivo como con supina y perversa ignorancia lo afirman Barguil y Duque, por la potísima razón de que con el aborto ya hay obviamente concepción, demostrativo de la falacia y perversidad de su estúpida afirmación para atacar sin fundamento jurídico serio el fallo de la Corte, sino que, simple y llanamente, como se ha hecho en otras latitudes, despenalizó el aborto hasta la semana 24 con el fin de proteger efectivamente los derechos de la mujer, en un país fanático que impide por razones diferentes a las jurídicas y protectoras de los derechos humanos, acceder a esos derechos.
Y lo más grave de su falacia con asaz perversidad para descalificar las instituciones y el mismo Estado constitucional, social y democrático de derecho, es lo que ha afirmado adicionalmente el tartufo mayor próvida, el subpresidente Duque, que ha sostenido con impudicia para tratar de destrozar el mismo estado de derecho y la forma en que democráticamente se toman las decisiones judiciales en cualquier parte del mundo, que no puede ser posible que 5 magistrados resuelvan lo que debían resolver 50 millones de personas, en una demostración no de ignorancia, sino de protervia para hacer prevalecer como buen tartufo sus concepciones religiosas por encima del respeto a la Constitución y a las decisiones de la Corte, que son la misma Constitución como su supremo intérprete.
Y es que estos impostores no solo desconocen malvadamente nuestro Estado laico de derecho y su ordenamiento jurídico causando irreparable daño a nuestras instituciones democráticas, sino la misma realidad humana, anteponiendo dogmas y creencias que ignoran esa innegable realidad, como si con el fallo de la Corte se autorizara la muerte de centenares de mujeres cada año producto de los abortos clandestinos con graves consecuencias para su salud física y mental, que se seguirían practicando siendo penalizadas además por el ejercicio de sus derechos. Como dijera alguien con acierto, eso no es estar a favor de la vida, sino de la crueldad y el desconocimiento de los derechos humanos.
