El 23 de junio de 2024, Natalia Bonelo Bravo se despidió de su hijo Josué con un beso y un abrazo, sin saber que esa sería la última vez que lo vería con vida. Aquella tarde, Josué, de solo cuatro años, emprendió un viaje en motocicleta junto a su abuela y su tía hacia el municipio de Agrado, Huila. El plan era visitar a unos familiares, pero el trayecto, que debería haber sido seguro, terminó en una tragedia que ha marcado profundamente a su familia.
Un ataque violento y cruel
Mientras cruzaban el viaducto El Quimbo, en el departamento del Huila, fueron interceptados por dos hombres armados a bordo de otra motocicleta. En un acto violento, los asaltantes tomaron el volante de la moto, provocando que la familia volcara violentamente. La abuela de Josué, malherida y desorientada, se levantó solo para encontrar a su hermana inmóvil y al pequeño Josué tendido en el suelo, inconsciente.
Desesperada, la abuela intentó pedir ayuda, pero los agresores, lejos de socorrerlos, aprovecharon el caos para robarles sus pertenencias. Tras el robo, huyeron, dejando a la familia destrozada física y emocionalmente. Minutos después, una pareja se detuvo para llevar al niño de urgencia al hospital San Vicente de Paúl, pero lamentablemente ya era demasiado tarde.
El adiós más doloroso
Cuando Natalia recibió la llamada sobre el accidente, corrió al hospital con la esperanza de que su hijo sobreviviera. Sin embargo, al llegar, enfrentó la peor noticia que una madre puede recibir: Josué había fallecido. «Lo sentimos, el niño murió. Si quiere, puede pasar a despedirse», le dijo el médico.
Ese momento quedó grabado en su memoria como el más desgarrador de su vida. Natalia caminó por el pasillo hasta ver el pequeño cuerpo de su hijo, aún lleno de vida en sus recuerdos, pero ahora inmóvil y frío. «Aquí siempre vivirás, hijo», le dijo, mientras lo abrazaba por última vez.
“Papá, te amo hasta el cielo»
Josué, a pesar de su corta edad, era un niño lleno de amor y alegría. Unos días antes de su muerte, había enviado un mensaje de voz a su papá, Sergio Monje, diciéndole: «Papá, te amo mucho, te amo hasta el cielo». Este audio, aunque breve, se ha convertido en un tesoro para la familia, una manera de sentir que el amor de Josué sigue presente.
El sueño roto de ser médico
Natalia recuerda con ternura cuando, en una visita al pediatra, Josué mostró interés por el estetoscopio y le dijo al médico que él también quería «escuchar corazones». Ese día, le confesó a su madre que de grande quería ser doctor para salvar vidas. Hoy, ese sueño se ha convertido en una herida profunda para Natalia, quien nunca podrá ver a su hijo crecer y cumplir sus aspiraciones.
La lucha por la justicia
El viaducto El Quimbo, donde ocurrió el ataque, no tenía iluminación en el momento del robo, lo que contribuyó a la inseguridad en la zona. Aunque las autoridades locales han prometido mejorar la seguridad, el proceso judicial contra los culpables avanza lentamente. La Fiscalía ha mantenido el caso bajo reserva y, hasta el momento, no se ha capturado a los responsables.
La familia de Josué, especialmente su madre, Natalia, clama justicia. No solo buscan que los culpables sean capturados, sino que también se eviten tragedias similares en el futuro. La pérdida de Josué ha dejado un vacío irreparable en sus vidas, pero también ha fortalecido su determinación de luchar para que su muerte no quede impune.
Un hasta luego
Natalia enfrenta cada día con el dolor de la ausencia de su hijo, pero con la convicción de que algún día se reencontrarán. «A mi hijo, donde quiera que esté, le agradezco por haberme regalado los mejores cuatro años de mi vida. Por él, seré la mamá que se merecía», afirma con fuerza.
Mientras ese día llega, Natalia encuentra consuelo en los recuerdos de Josué, en sus risas, sus juegos y en los pequeños momentos que compartieron. «Te amamos hasta el cielo», es el mensaje que resuena en sus corazones, una promesa de amor eterno que nunca se apagará.
