ERNESTO CARDOSO CAMACHO
Algunos quizá podrán pensar que el título es un poco atrevido con la dignidad de la persona del presidente Petro. Para desvirtuar esa eventual apreciación es entonces indispensable transcribir lo que el diccionario de nuestra lengua castellana define como bipolar: “ Es una afección mental en la cual una persona tiene cambios marcados o extremos en el estado de ánimo. Los períodos de sentirse triste y deprimido pueden alternar con períodos de excitación y actividad intensa o de sentirse malhumorado e irritable”.
Como se observa, el significado refiere esencialmente a los estados emocionales de la persona. No obstante, conviene recordar que en la psicología moderna es generalmente aceptado que los estados emocionales, influyen de manera determinante en los pensamientos y acciones del ser humano.
Para quienes ejercen cargos de poder y/o de liderazgo político, tales estados emocionales deben tener un máximo equilibrio, el cual se refleja precisamente en sus decisiones, propuestas y mensajes, dirigidos a concitar la aceptación o rechazo de los ciudadanos.
Lo que se viene observando durante estos 22 meses del período constitucional del presidente Petro, podríamos resumirlo en tres etapas. La primera, una euforia natural de haber alcanzado un triunfo electoral que le permitió diseñar los ejes clave de su propuesta electoral, todos los cuales se dirigieron a realizar cambios estructurales en el destino de la Nación. La segunda, conformación de un equipo de gobierno, en el cual pretendió combinar experiencia con juventud que representara diversos sectores políticos para asegurar la indispensable gobernabilidad. La tercera, la etapa de la confrontación ideológica donde marcó con claridad las diferencias entre ricos y pobres; amigos y enemigos del cambio; apropiación del poder soberano del pueblo para viabilizar sus reformas si fuere necesario por la vía de la constituyente o del uso del poder constituyente del pueblo.
En este escenario netamente político, el presidente Petro ha mostrado sus grandes dotes de agitador social; de eficaz comunicador sobre sus convicciones ideológicas con las cuales cree interpretar a cabalidad los anhelos del pueblo; llegando a extremos en los cuales asume conductas populistas y mesiánicas, como cuando ha dictado cátedra en los foros internacionales sobre economía y medio ambiente.
Donde al parecer mejor ha revelado sus falencias emocionales y conceptuales como conductor de la Nación, ha sido en su obsesión reformista, sobre la base de considerar que nada de lo alcanzado como Nación merece reconocimiento; hecho sobre el cual justifica su demagogia populista para reivindicar los derechos del pueblo soberano, del que asume su condición de mesías.
Una mirada críticamente objetiva sobre los resultados de su gestión gubernamental permite establecer que, aún después de reforzar ciertas posiciones estratégicas de su gobierno con” petristas pura sangre”; los logros no son visibles al tiempo que escalan la confrontación ideológica. Para completar el tempranero desgaste, los recientes escándalos de corrupción que comprometen altas esferas y personas del gobierno, han acentuado ciertos rasgos de su personalidad aparentemente bipolar.
La demostración de esta afirmación la observamos en que luego de varios meses, durante los cuales no fue clara su intención de acudir al poder constituyente del pueblo soberano que dice representar, pues unas veces habló de referendo y luego de asamblea constituyente; de ir con su mandato hasta donde el pueblo lo quisiera; ahora recientemente ha expresado que nunca habló de tales intenciones populistas y que su talante democrático no le permite dichas aventuras constitucionales.
Lo curioso del caso es que amigos tan cercanos a quienes no ha rectificado o desautorizado, como son el excanciller Leyva y el exfiscal Montealegre, así como la senadora Zuleta; ya han avanzado en descubrir sus intenciones acerca de los mecanismos que se utilizarían para derogar el artículo 374 de la Carta, el cual precisa cuáles son los que el constituyente del 91 señaló como viables para modificar el texto superior.
Conviene entonces reiterar, en el propósito de evitar reacciones viscerales, que la aparente bipolaridad del presidente Petro se hace muy evidente en su conducción política de la Nación, pues se respeta profundamente su condición humana personal que desde luego es inabordable.
COLETILLA. – A propósito de la renuncia del exsenador Macías al Centro Democrático, bastaría repetir el viejo adagio popular “el que se va no hace falta ni el que llega hace estorbo”.