Por: José Eliseo Baicué Peña
Asistimos a un mundo casi que inesperado. La internet, lo digital, lo satelital, investigación del ADN, la exploración del espacio, el avance atómico y químico, y en los últimos años los cambios con la pandemia y los consabidos efectos que todos estamos experimentando.
Con estos cambios llegaron los acelerados ritmos con que se mueven diariamente los millares de personas en medio de una aguda crisis económica que define rutas sociales insospechadas en la sociedad del momento.
La economía es uno de los aspectos que más se afectó, y también la que primero está dinamizándose con la reactivación de los mercados, de los escenarios de comercio, y de las demás actividades que generan los procesos de desarrollo y progreso de los pueblos.
Claro, que a la par de esta situación, la inseguridad está creciendo, el costo de vida se eleva continuamente, los grados de intolerancia se evidencian en los diferentes escenarios, los bruscos movimientos de la tasa de cambio, los altibajos del dólar, la crisis ambiental, los altibajos del petróleo, los efectos del conflicto entre Rusia y Ucrania, y los crecientes niveles de pobreza y miseria en el hemisferio, son algunos de los cambios del momento.
Se esperan medidas justas de la política de seguridad ciudadana, la cual debe ser consustancial con las políticas de educación, salud, recreación, cultura, empleo y justicia. Esto permite pensar que los avances en materia de educación y cultura, por ejemplo, pueden verse reflejados de manera positiva en las condiciones de convivencia y seguridad ciudadana de una comunidad.
Unidas a la tecnología llegan constantemente elementos que dinamizan e infieren nuevas costumbres en una sociedad que se jacta de ser tradicionalista y conservadora. Hoy, los jóvenes no dialogan cara a cara, viven conectados; los parques está desolados, los niños convirtieron sus habitaciones en el nuevo hábitat social; los padres de familia dejaron de cumplir con su importante rol para pasar a producir más para el sostenimiento del hogar; los alimentos están siendo reemplazados por otros productos de consumo rápido que recargan harinas y azúcares afectando considerablemente la salud; los procesos de educación siguen mediados, de cierta manera por la tecnología; entre otros aspectos. ¿Hacia dónde vamos?
Avanzamos hacia un incierto modelo económico y social permeado por una simbiosis de elementos que cambiaron el mundo y enviaron un mensaje: no estamos preparados para los grandes cambios.
Las agendas públicas, los planes de desarrollo, los proyectos y las nuevas políticas de crecimiento deben surtir un cambio sustancial para los próximos años, pues, definitivamente, asistimos a nuevas formas de vida.