Ernesto Cardoso Camacho
Durante la celebración litúrgica de la Semana Santa el sábado es el día más especial para quienes profesamos la fe católica. Conmemoramos hoy en la noche, la resurrección de Cristo que vence a la muerte y nos ofrece la posibilidad de la vida eterna. La Vigilia Pascual que se celebra este sábado en la noche y al amanecer del domingo, es la máxima expresión de nuestra fe, ceremonia con la cual finaliza el Triduo Pascual, donde los símbolos de la luz, el agua, la palabra y la Eucaristía, expresan la alegría de la resurrección, del triunfo de la vida sobre la muerte.
Por ello es importante recordar el significado bíblico de la palabra vigilia que traduce “pasar una noche en vela”, es decir vigilantes, es espera de lo que habrá de venir.
La evolución de la humanidad siempre ha estado marcada por la espera de tiempos mejores. El inusitado desarrollo científico y tecnológico ha contribuido en forma significativa en ese proceso evolutivo, pero sin alterar la esencia de lo que caracteriza al ser humano que tiene sentimientos, ilusiones, sueños y esperanza. Con ello se demuestra, una vez más, que la armonía del universo esta signada por el adecuado equilibrio entre la materia y el espíritu, equilibrio que solamente puede ser producto de la razón inspirada en los más nobles ideales de progreso y bienestar.
El mundo moderno que transcurre con alta dosis de materialismo pretende prevalecer sobre esa esencia del ser humano. Los valores y principios que han sustentado las civilizaciones cristianas se ven hoy seriamente amenazados por los nuevos paradigmas inspirados en el placer, la codicia, el abuso del poder económico y social; escenario en el cual la vida humana y la naturaleza creada para su desarrollo y supervivencia; constituyen elementos del pasado retrógrado que avergüenzan e incomodan.
A estos nuevos retos nos vemos enfrentados quienes aún reconocemos y ponderamos la vigencia de los valores cristianos como elementos insustituibles para la verdadera realización humana. La vida es un don de la misericordia divina y no un capricho de la mezquindad humana. El aborto no podrá nunca ser la solución a un embarazo no deseado ni tampoco la decisión utilitarista de la mujer para privilegiar su cuerpo sobre su naturaleza maternal. El concepto esencial del matrimonio tampoco podrá nunca ser avalado entre personas del mismo sexo, en cuanto contradice el destino natural de la pareja dirigido a la prolongación de la especie humana.
El placer desbordado por el apego a las cosas materiales; el dinero como único inspirador del progreso personal y familiar; el abuso del poder político y económico que conducen a la corrupción y a las injusticias sociales; son hoy las grandes enfermedades que padece la humanidad agobiada y doliente, esclavizada por el falso paradigma del hacer, el tener y acumular, sin compartir con generosidad y sin esperar nada a cambio.
En estas lamentables circunstancias es que la vigilia se hace indispensable. Estar atentos renovando nuestros valores y principios esenciales que conducen a una vida plena y realmente satisfactoria; venciendo la mezquindad que nos distancia, donde se promueve el interés individual sobre el colectivo; donde la vida humana se desprecia con arrogancia y dogmatismo; donde se niega con cierta dosis de soberbia la existencia del Dios Creador del universo; la vigilia es así el signo de los tiempos para que la humanidad recobre su destino, perdido en las nuevas ideologías que han pretendido cambiar el curso de la historia.