La primera línea
Por: Ana Patricia Collazos Quiñones
Cuando uno escribe de la manera vocacional y pasional con la que escribimos los poetas, hay dos cosas que ya vienen tomando forma de letra impresa cuando nos sentamos frente a la hoja en blanco, los primeros y los últimos versos.
Esa primera línea que viene siendo el primer verso, va de frente, a veces no da la cara, se escuda en los usos cotidianos o en las formas casuales de una frase común y corriente, que, como escudo de cartón, esconde el verdadero propósito de la afrenta literaria.
Detrás de esa primera línea está la intención de un escritor que quiere poner en palabras lo que no ha podido decir cara a cara, frente a frente. Y es entonces, cuando esa primera línea del poema, nos lleva a escoger uno de esos cuatro caminos del escritor, a cabalgar uno de los cuatro caballos del apocalipsis de la escritura, y que George Orwell, en su libro “Por qué escribo” resumió muy bien. Orwell decía que escribíamos por cuatro razones, por puro egoísmo, por entusiasmo estético, por el impulso histórico o con un objetivo político.
Es así como hoy, nos encontramos en una primera línea de un poema que se está escribiendo en la blanca página de nuestro territorio colombiano. Este poema que inició hace más de un mes, y que ha puesto en las calles miles de voces, palabras y sentires, ha puesto en la mira de muchos poetas esa primera línea, tan necesaria como metafórica.
Para muchos, la primera línea es ese grupo de jóvenes que están de frente en las manifestaciones callejeras, con capucha y máscaras antigases, con camisetas de la selección nacional amarradas a su cabeza, con tatuajes y cabezas rapadas, o con mechones de colores y escudos hechos de plástico. Jóvenes que esperan un mejor país y que esperan volver a casa, vivos, o por lo menos con el alma viva.
Pero en este poema del paro nacional, han surgido otros versos, que narran también la poética de la inconformidad social. De este modo, han surgido la primera línea de las madres que tienen desaparecidos a sus hijos, la primera línea de los músicos que con tambores ponen el ritmo y la proclama, y con la santa compañía del Dios que cuida su rebaño, ha surgido, la primera línea ecuménica de párrocos y líderes de la iglesia católica y de otras religiones que ponen la fe de todo un pueblo para que termine la horrible noche de la violencia contra la población que hace uso del libre derecho a la protesta.
De este modo, hoy muchos colombianos queremos ser la palabra que haga parte clave de alguna de esas primeras líneas. Y apoyamos la protesta, por puro egoísmo, por ese deseo de ser recordados y de poner nuestro grito en medio de un grito colectivo. Pero también, escribimos este poema, por el entusiasmo estético de la percepción de la belleza cuando es bello el sueño de una sociedad más justa o por lo menos, más equitativa. Y es entonces, cuando escribimos también por el impulso histórico de descubrir los hechos verdaderos y poner las cosas como son. Y finalmente, escribimos nuestro verso inconforme, con el objetivo político de empujar el mundo en una dirección concreta, incluso en busca de la utopía donde socialmente podamos entendernos.
No conozco el final, pero estoy orgullosa de nuestra primera línea.