Colombia es un país maravilloso por su ubicación geográfica, sus litorales, su riqueza natural y su enorme recurso humano. Pero a muchos les da vergüenza sentir que en el exterior somos vistos como parias; Somos una nación a la que esos mismos gobiernos afectos le advierten a sus nacionales que no deben visitarnos por el peligro que representa, para ellos, el alto grado de violencia que cubre como una gigantesca sombra, a todo el país.
Somos un Estado narcodependiente de los extensos cultivos de coca, cosechada delante de las autoridades, o mejor con su complacencia en algunos casos, porque cuando se les habla del tema, miran hacia otro lado: 250.000 hectáreas sembradas de coca, sin una política oficial de erradicación es una forma de tolerar su cultivo, el tráfico de estupefacientes, la corrupción y la violencia.
Somos un país corrupto hasta los tuétanos: La Contraloría General de la Republica ha dicho que aquí se roban, los malandros y malversadores oficiales, en confabulación de muchos políticos sinvergüenzas, cerca de $50 billones de pesos cada año. El último informe de esa entidad lo conocimos hace unos meses, en el cual afirmo que, en los pasados 10 años se han robado, de uno solo de los fondos de inversión, el de las regalías del petróleo $6,5 billones de pesos y que aquí, en nuestro departamento, anteriores gobernantes, con contadas excepciones, se robaron anualmente en los últimos 10 años $35.000 millones de pesos. Lo incomprensible e indignante es que, uno de esos fulanos, antecesor del actual mandatario, es ahora candidato al senado por el partido Cambio Radical.
Para completar la desvergüenza nacional, a raíz del fallo de la Corte Constitucional que usurpo con su sentencia la función legislativa del congreso, el parlamento ha guardado un silencio cómplice haciéndonos quedar como un Estado proclive al delito de infanticidio.
Somos un país en el que, a las madres, sin conciencia, les es permitido matar a sus hijos y ese crimen está protegido por la ley. La Corte en su sentencia abrió el camino para que aquellas los maten, no sé si las podamos llamar madres después de asesinar a sus hijos, hasta la semana 24 de gestación, es decir, cuando la criatura ya está con todas las facultades fisiológicas para nacer y vivir.
Somos un país que viendo la gravedad de lo que significaría caer en manos de la extrema izquierda, con dolorosos ejemplos de violación de derechos humanos en territorios vecinos, no nos preocupamos por lo que se avecina y, lo más delicado es que no mostramos interés de reaccionar a tiempo, aunque sintamos asco por los corruptos. Un país en donde una minoría de ciudadanos convive, se sienten a gusto con los delincuentes y los elige sus voceros políticos.
¿Ese es el país que queremos dejar de herencia nuestros hijos? ¡O debemos reaccionar ya!
Por fortuna para Colombia, no todo está perdido aún. Con optimismo recibimos la información de que el globo Petrista se viene desinflando aceleradamente y que el 13 de marzo se avizora una victoria de la derecha, en la coalición Por Colombia, con el triunfo de Federico Gutiérrez, quien bajo la coordinación del expresidente Uribe, con el acompañamiento de Oscar Iván Zuluaga y de los partidos y movimientos políticos democráticos, de Centro y de derecha, será la formula con la que ganaremos la primera vuelta en mayo y, definitivamente en junio la segunda y, asegurado el éxito, lograremos la presidencia de la república. ¡Nada de nervios!