En los últimos días, los neivanos venimos presenciando una serie de accidentes de tránsito que por fortuna no han dejado pérdidas humanas, pero que siguen representando un peligro para quienes transitan en las vías.
El exceso de velocidad, la omisión a las señales de tránsito y semáforos y aún peor el consumo desmesurado de alcohol sumado a la irresponsabilidad de colarse detrás de una volante en ese estado, vienen generando un aumento en la accidentalidad de la ciudad.
Choques fuertes, en avenidas y calles de gran flujo en la ciudad, al parecer se vienen convirtiendo en el pan de cada día en la capital huilense. Personas que incluso resultan lesionadas, otras que terminan huyendo de las escenas, con el fin de poder evadir las pruebas de alcoholemia.
Se hace necesario replantearse si los ciudadanos necesitan un policía, un agente de tránsito al lado, para actuar de manera correcta, se hace necesario pensar si en Neiva, se debe volver a aquellas épocas en donde se realizaban controles a las afueras de discotecas, bares y establecimientos nocturnos, allí los agentes de tránsito eran rigurosos el alcoholímetro y de alguna manera aquellos ‘irresponsables’ se abstenían de salir en sus vehículos o por lo menos se designaba a un conductor ‘responsable’.
Y es que quien decide conducir un vehículo en estado de alcoholemia se convierte en un ‘asesino’ en potencia, ya que no solo coloca en riesgo su vida, si no la de aquellos que a bien si tienen cumplir con las normas de tránsito y ser responsables a la hora de maniobrar un vehículo.
¿Cuántas familias han perdido un ser amado en un accidente de tránsito?, ¿Cuántas perdieron un padre, una madre, un hijo, un primo o prima, un mejor amigo, por la irresponsabilidad de un conductor ebrio?, la respuesta es incalculable.
El acto de conducir un automóvil o una motocicleta es mucho más que simplemente manejar un vehículo de un punto A, a un punto B. Es un ejercicio diario que demanda una actitud responsable y un compromiso con la seguridad propia y la de los demás en las vías.
Cada año, innumerables tragedias ocurren en nuestras carreteras debido a la falta de responsabilidad al volante. Desde accidentes evitables hasta pérdidas irreparables de vidas humanas, el exceso de confianza o la negligencia al conducir son factores que no solo afectan a los involucrados directos, sino también a sus familias, amigos y comunidades.
Es crucial recordar que el volante no es un lugar para la distracción. El uso de teléfonos móviles, el consumo de alcohol o drogas, así como la fatiga al manejar, son factores que incrementan exponencialmente el riesgo de accidentes. La velocidad excesiva y la falta de cumplimiento de las normas de tráfico son, lamentablemente, prácticas comunes que ponen en peligro la seguridad de todos los usuarios de las vías.
La responsabilidad al volante no solo radica en cumplir con las leyes y regulaciones de tránsito, sino también en adoptar una mentalidad proactiva hacia la seguridad. Esto implica anticiparse a situaciones de riesgo, mantener una distancia segura con otros vehículos, respetar las señales de tráfico y ceder el paso cuando sea necesario.
