Durante esta época navideña se observan en el microcentro de la capital del departamento, un incremento significativo de vendedores ambulantes, donde se conjugan la presencia de menores de edad, que contribuyen a mejorar los ingresos exiguos que reciben estas personas, dada la situación económica en que se encuentran sumidas las familias colombianas más vulnerables del país. La actual coyuntura está provocando un aumento del sector informal de la económica, que obliga a las personas a rebusque a través de estas actividades que se desarrollan en las calles de las ciudades. No pagan impuestos, ni pagan su seguridad social, dependen del Sisben, lo cual está generando un drama humano, porque utilizan a todo el componente familiar, incluyendo a los menores de edad para sus actividades. La situación económica profunda que viven más del 40% de la población económicamente activa, está generando un aumento de las actividades por cuenta propia, donde se ven involucrados todos los miembros de las familias colombianas, que se encuentran en estos niveles de pobreza. Somos espectadores en nuestra ciudad, de la inmensa cantidad de niños que son utilizados como fachadas para desarrollar algunas actividades del sector informal de la economía. A pesar de los esfuerzos interinstitucionales que se adelantan por parte de las autoridades encargadas de la protección a los derechos de los menores de edad, todavía se nota la inmisericorde explotación infantil a que son sometidos dichos infantes.
Es loable la estrategia que ha venido impulsando el ICBF, los Equipos Móviles de Protección, las Defensorías de Familia y otras entidades, que junto con las autoridades locales y la Policía Nacional, han venido desarrollando intensas jornadas de búsqueda de niños trabajadores y de sensibilización con estos actores, para que comprendan que el trabajo infantil es un flagelo que se constituye en una violación de derechos y en una forma de violencia contra la niñez y la adolescencia. Desafortunadamente la profunda crisis social y económica en que se encuentran sumidas estas personas, los han obligado a ejercer estas actividades informales.
Con pura retórica barata, el gobierno nacional envía mensajes subliminales para contrarrestar este flagelo, mientras persiste la aplicación incoherente de los instrumentos de la política económica del país, que está provocando un acelerando empobrecimiento de las familias vulnerables del país y del resto de la sociedad. Las luminarias que conforman el equipo económico del gobierno nacional se preocupan por estructurar medidas alcabaleras para financiar con recursos del erario los suntuosos viajes al extranjero de un séquito de personas, como el ocurrido recientemente para participar en la cumbre del COP28 en Dubái, donde participaron 378 delegados entre funcionarios, representantes del sector privado y la sociedad civil. Mientras en nuestras ciudades cada vez se encuentran estos dramas dantescos de habitantes en la calle y la proliferación de ventas callejeras, donde participan una gran proporción los menores de edad.
