US$30.000 millones al año costaría la transición energética de Colombia si se diera de manera inmediata lo que significa entre un 8% y un 11% del PIB.
Uno de los más recientes estudios en la industria realizado en América Latina analiza los posibles caminos que podríamos recorrer, en comparación con los otros países de la región, y la implicación de las decisiones que tome el gobierno nacional en los próximos meses.
Según Janeth Romero, Socia de Auditoría de una especializada firma internacional indicó que, “a manera de comparación, se calcula que en Estados Unidos y Europa la transición energética costaría entre el 5% y 6% del PIB al año. Reducir las emisiones de CO2 cuesta dinero, dado que se debe hacer una transformación tecnológica para la generación de electricidad, en la movilidad del sistema de transporte y apoyar la conversión de los sectores que generan grandes emisiones como el agrícola y el de confecciones, entre otros”.
Ahora, teniendo en cuenta que en la primera etapa de esta transición el gran protagonista sería el gas, el uso y la producción del petróleo y el carbón tenderían que reducirse de manera importante, ya que hechos tangibles como la fabricación y venta de automóviles eléctricos, la carrera por la energía solar y eólica, comenzarían a desestimular su consumo.
Lo anterior significaría, entonces, que para el 2050 la demanda de combustibles fósiles debe ir disminuyendo en una media anual equivalente a la producción de un gran yacimiento petrolífero. Y por su parte, las operaciones petroleras offshore (costa afuera) en las etapas de exploración serían cada vez menos viables y los que están en marcha se tornarían más riesgosos”, aseguró Romero.
La caída de la demanda
En ese sentido, la Universidad de Texas insistió en que la caída de la demanda, a causa de una hipotética política concertada de transición a nivel regional, afectaría a todos los productores de petróleo de la región y el impacto se sentirá más en aquellos que tienen una mayor dependencia del crudo, que son Venezuela, Ecuador y Colombia.
Históricamente, antes del marcado declive registrado en los últimos años por la empresa petrolera estatal PDVSA y de las posteriores sanciones impuestas por Estados Unidos, en torno a 95% de las divisas que ingresaban a Venezuela procedían del petróleo, las ventas de crudo venezolano en 2019 sumaron US$12.200 millones, equivalentes al 83% de las exportaciones del país, según datos del Observatorio de Complejidad Económica.
Ahora bien, para el caso de Brasil, un país que se ha convertido en «el gran productor de petróleo de América Latina», con casi tres millones de barriles diarios, cifra similar a la que alcanzaron Venezuela y México «en sus buenos tiempos», pero a pesar del tamaño de su industria no es dependiente del petróleo, pues produce a gran escala productos agroindustriales que lo posicionan como un exportador nato.
En el caso de Argentina, recientemente se han descubierto yacimientos de crudo no convencional (conocido con sale o petróleo esquisto), el cual tiene un gran potencial, y a su vez cabe resaltar que, este país junto a Chile y Bolivia son denominados el “triángulo del litio”, donde se encuentran las mayores reservas mundiales de este mineral, clave para la elaboración de baterías eléctricas y vital para la transición energética.
Lo que viene
De acuerdo con el contexto actual se prevé que, al menos en las próximas tres décadas, el consumo de combustibles fósiles seguirá en aumento, entonces los países de la región podrán seguir produciendo y haciendo que el negocio sea rentable y así, obtener recursos sostenibles para garantizar la adecuada transición energética.
Ahora bien, para garantizar un proceso adecuado y la sostenibilidad de la industria, los países más dependientes del petróleo y sus derivados deben enfocar esfuerzos en las vías de la eficiencia y la reducción de costos de producción, y a su vez, reducir la intensidad del carbono y de los gases de efecto invernadero.
“Para Colombia, por su parte, estos recursos siguen siendo absolutamente necesarios para la economía nacional y por ello es aconsejable, que mientras se prepara una estrategia seria y con proyecciones verdaderamente sostenibles, sigue siendo necesario que los actores de la industria y el gobierno mitiguen el efecto de la caída de la producción, ya que esta descenderá más rápido que la demanda y existe el riesgo de perder la autosuficiencia, impactando los ingresos estatales y sus anunciados planes de inversión social” concluyó la experta de Crowe Colombia.