Diario del Huila

Tres artistas

Feb 2, 2021

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Por: Geraldo Aldana

Todavía esperamos un Huila de renombre en el mundo artístico literario y pictórico como el forjado por José Eustacio Rivera y Ricardo Borrero Álvarez. El primer cuarto de siglo XX que sintió los efluvios de la creación de estos dos prohombres, puede replicarse en matices relativamente similares, al menos en la disciplina artística, en los trabajos de tres creadores modernos, nacidos hacia inicios de los 60 y con vigor físico y artístico, aun hoy, cuando la centuria XXI ya cumplió sus primeros dos lustros. Jader Rivera, Helmuth Soltau y Fernando Roso.

Quienes disfrutamos del oficio de escribir un poema o reflexionar sobre una pintura, sabemos lo que se siente al leer sonetos de Jader, perdernos en la abstracción de Roso o dejarnos atraer por la fuerza de remolinos en los cabellos y ardorosos labios de las efigies de Soltau. En cierto modo, dos de ellos se parecen; el vate y Soltau, no son de copiosas palabras, y a Roso le pasa otro tanto, aunque con menor predominancia. Más cuando hablan, hay una magia que nos entretiene mansos, ansiosos de su siguiente frase. Curiosamente, su rasgo de personalidad, relativamente sereno, está en contraste con la fuerza de lo que hacen sobre el papel y el lienzo, en donde explotan cada poro de su propia sensibilidad y con el mismo acento en sus lectores y admiradores del arte pictórico.

También se reconoce la afinidad de los tres, al observar la trascendencia de sus obras que, para infortunio del Huila, no han logrado conquistar las esferas de las grandes editoriales y las salas exclusivas de arte en el país, no obstante, alguna que otra significativa incursión en salas europeas en viajes de intercambio cultural. Yo tengo mi propia percepción de ello. Los tres son colosales a la hora de producir arte, salido desde sus más hondas fibras, y a ninguno le ha interesado la variable mercado. Pareciera que escriben y pintan desde su ser y para su propio ser, entonces logran plasmar sus íntimas realidades, las de sus mundos posibles e imposibles, y justo por ello, resultan afines con la delicada percepción de seguidores que los redescubren en cada frase, en cada pincelada. Pero eso no ha bastado para que sean reconocidos en Colombia y Latinoamérica. El ácido e indispensable mercado de la modernidad, no perdona a quienes no muestran lo que hacen. Los tres son amigos míos y de ellos soy ferviente admirador, y malayo la inoportunidad de la empresa privada o la entidad pública que no ha logrado descifrar en estos hombres el tesoro artístico y cultural que representan para la cultura del Huila. Un proyecto consistente debería nacer para impulsar a tan insignes figuras. Los tres son de una enorme dignidad; Soltau, que atrapa sus propios gritos de dolor antes de quebrarse frente la incomprensión social de su arte, Roso que ha auscultado las imágenes de la muerte desde un estado de coma y luego, pescador de ciudad en su taxi tras un pasajero. Rivera, encantado en su natal Teruel, respirando las flores de sus cafetales o pintando la plaza de mercado con palabras que suenan a paisanaje, a localidad, a identidad. Todos ellos viven aquí, y hago votos para que el Huila y el país no tengamos que esperar su partida, antes de celebrar su excepcional arte del que, sin duda, la posteridad se encargará de plasmar en obras y ensayos de críticos de arte, admirando tanta fertilidad en un suelo pisado por gobernantes y capitalistas que no los advierte, cual si fueran fantasmas de un sombrío caserío de Pedro Páramo.

 

 

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