Por: Carlos Tobar
Ya es angustiante la situación climática. Llueve y llueve y llueve en un diluvio que parece no tener fin. En el Ideam nos dijeron no ha mucho tiempo que el fenómeno de la Niña parecía que terminaría y, podríamos entrar en una etapa de fenómeno del Niño de por sí nada tranquilizador.
Algunos, tal vez los que estamos más atentos a los pronunciamientos de las autoridades climáticas, nos alcanzamos a ilusionar con que este largo invierno de más de un año al fin nos daría un respiro.
¡Qué equivocados estábamos el Ideam y los ilusos!
Ahora nos anuncian que el invierno puede ir hasta el mes de abril, que empataría con el invierno siguiente. Un panorama que nos deja con mayor incertidumbre.
Desde el comienzo del año -solo llevamos dos semanas- ha llovido sin parar. Un día sí y otro también.
Todo el país ha sufrido los embates del fuerte invierno, particularmente el suroccidente (Cauca y Nariño) que tuvieron la desgracia de quedar aislados por una remoción en masa de tierras que destruyó casi dos kilómetros de la vía Panamericana.
Desde hace muchos años los científicos nos habían advertido de la alta vulnerabilidad de Colombia al calentamiento global. Ya hace una década sufrimos los embates de un fenómeno de la niña que afectó de manera parecida muchas regiones.
Después fenómenos como el Niño nos dejaron, literalmente, completamente secos. En el Huila recordamos épocas de tremenda sequía que arrasó con cultivos, animales, afectando poblaciones que se quedaron sin suministro de agua.
A raíz de esas dolorosas experiencias se creó una institucionalidad para atender los desastres dejados especialmente por los fenómenos invernales: la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres – UNGRD.
Se supone que hay una amplia experiencia resumida por la atención de múltiples experiencias. Y, que de ellas el país tiene no solo, como prevenir o mitigar el riesgo de la población, sino que deberían existir lineamientos claros de política pública orientados a adaptar el territorio nacional a los inevitables fenómenos ambientales causados por el clima.
Por eso preocupa que parecieran existir solo reacciones tardías de las autoridades de todo orden, ante los desastres que, como en el caso del Cauca y Nariño, nos cogen totalmente impreparados.
Ojalá en esta oportunidad saquemos las lecciones pertinentes y empecemos por darle un vuelco radical al Departamento Nacional de Planeación – DNP, y a las instituciones del ámbito departamental y municipal para que orienten las tareas de repensar y reordenar el territorio. La planeación del territorio, sobre todo de los usos del suelo tanto urbanos como rurales a la luz de las nuevas condiciones climáticas, es un imperativo del momento.