Por: Carlos Tobar
Si bien es cierto Colombia es un país marcado por la violencia cotidiana, causa nauseas el vil asesinato de siete policías en el Corregimiento de San Luís, localizado al occidente del municipio de Neiva.
Eran siete jóvenes trabajadores, humildes, de familias cercanas a nuestro entorno. Personas que dedicaban sus esfuerzos al cumplimiento de la misión que la Constitución y las leyes asignan a la Policía Nacional: garantizar la integridad y la seguridad de los ciudadanos.
Fueron asesinados de manera miserable. Emboscados con premeditación y alevosía con cargas explosivas para posteriormente rematarlos a tiros de fusil. No puede ser más dantesco el cuadro y, más repudiable. Revuelve el estómago. Hierve la sangre.
Estamos cansados de esta dinámica perversa que, en Colombia, se volvió paisaje. El padre Francisco de Roux, coordinador del reciente informe sobre la verdad del conflicto armado se preguntaba en su presentación, que sucedió con la sociedad para que se hubiera permitido ese vórtice de barbarie.
Es un llamado de atención que, ahora debemos tomar en toda su dimensión. Es hora de reaccionar. Todos los ciudadanos debemos rechazar cualquier acto de violencia que siegue la vida de compatriotas. Con energía, sin vacilaciones.
Hay que repudiar a los violentos y, si son asesinos, hay que castigarlos con el peso de la ley que hemos depositado en manos del Estado.
Sé que no es fácil. La sociedad que hemos construido es enormemente desigual. Y ese es un lastre que no nos deja avanzar. Pero, además echó raíces un negocio sucio y perverso: el narcotráfico, que todo lo envilece.
Superar tal situación, exige que la inmensa mayoría ciudadana repudiemos el cáncer de la violencia. Hagamos un pacto para erradicarla. Es un acuerdo de país que, debe partir de la firme decisión de actuar sobre los factores que propician o facilitan el accionar de los violentos.
Empezando por el repudio. Pero, de manera paralela, por la educación en la tolerancia y el respeto de los derechos ajenos.
Que el sacrificio de los 7 muchachos de San Luis, no sea en vano. ¡Pongámonos de pie!