Termina el primer año del gobierno del primer mandatario de los colombianos de izquierda que fue elegido por más de once millones de colombianos quienes tenían la esperanza que se iba a presentar un cambio en las costumbres políticas del país, y que, dadas las circunstancias políticas actuales, se ha venido generando un arrepentimiento muy grande por parte del constituyente primario que creyeron en su actuar gubernamental. Ha sido inferior a los desafíos asumidos desde su posesión. Todos los anuncios de las Petro reformas han sido rechazadas por el legislativo en su mayoría y las demás presentan un futuro incierto, producto del distanciamiento con las bancadas políticas que inicialmente lo acompañaron. Igualmente, el impulso a su fracasada política de la paz total ha generado un efecto dominó adverso. Sus alianzas con las organizaciones criminales en el territorio colombiano, producto de la laxitud con estas organizaciones delincuenciales, que se han fortalecido exponencialmente y que su incapacidad gubernamental no ha permitido contrarrestar la violencia que viven las regiones.
Colombia, es un país, donde continúan ahondando las problemáticas estructurales que presenta la sociedad en el campo social, económico, político, infraestructura, ambiental, entre otros. Se debe reorientar el verdadero desarrollo que necesita la Nación. Hoy tenemos un panorama bastante incierto. Algunos expertos coinciden, que se ha dedicado a defenderse de los escándalos que semanalmente le estallan al interior de su gobierno y de los integrantes de su movimiento político. Haber cambiado una docena de integrantes de su equipo ministerial en menos de un año, refleja la improvisación gubernamental que ha tenido. Y como si fuera poco, las declaraciones de Nicolás Petro, el hijo mayor del mandatario, ante la Fiscalía General aceptando que a la campaña presidencial de su padre entraron dineros que no fueron reportados, algunos del exnarco Samuel Santander Lopesierra, el ‘hombre Marlboro, de un hijo del turco Hilsaca y aportes oscuros de otros personajes con un pasado nada grato para la sociedad colombiana, son de suma gravedad. Y de suma elevada, pues se habrían volado los topes de campaña. Y él, Nico, se habría quedado con una parte de la recepción de dineros ilegales, que le implican delitos de enriquecimiento ilícito y de lavado de activos. El resto supuestamente ingresaron por otras vías a financiar la campaña presidencial.
El presidente Gustavo Petro Urrego cierra así el primer año de su mandato con una profunda crisis política y personal, que no puede sino mermar su gobernabilidad ya de por sí endeble. Empero, la que tiene que salir fortalecida es la institucionalidad colombiana, que se enfrenta de nuevo a un reto complejo que confiamos sabrá sortear de manera transparente, como tantas veces lo ha hecho en el pasado. Es un balance muy pobre que presenta en sus ejecutorias durante su primer año de mandato. Los resultados han sido decepcionantes para la sociedad colombiana.