Diario del Huila

Un tráfico vial infernal

Nov 28, 2023

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Por: Carlos Tobar

Ya se ha vuelto paisaje, en las calles de la ciudad, el ulular de las sirenas de las ambulancias que corren en competencia sin reglas para recoger a las personas víctimas en accidentes viales. No sé cuantos hechos suceden a diario, no solo en las zonas céntricas, sino en las áreas urbanas periféricas.

Lo cierto es que todos los años, se incrementa la accidentalidad que alimenta las estadísticas oficiales sobre este tipo de siniestros.

A diario, conducir un vehículo o caminar por las calles, en medio de ese caos en que se ha convertido el tránsito por Neiva es un acto de heroísmo. Nadie respeta norma alguna. Ni los vehículos particulares o públicos, pesados o livianos, bicicletas o motos e, incluso los peatones.

Parar ante un semáforo en rojo es para los pendejos. Vehículos por las aceras es pan de cada día. Los avivatos son los más. Son tan “vivos” que todos los días pagan con su integridad personal o su vida la audacia de la que hacen gala.

Pensar en respetar la velocidad máxima permitida o cualquier regla o norma del código nacional de tránsito no pasa por la mente de nadie.

La cultura del respeto por el derecho ajeno no existe. Transitar es un acto sometido a la ley de la selva. Es casi el sálvese quien pueda. Hay que tener nervios de acero para aventurarse en la urbe de cemento.

Lo cierto es que la cultura ciudadana en este campo es una materia en la que se rajan todas las administraciones municipales. Aunque hay un buen número de agentes de tránsito, la baja formación en cultura vial y la incapacidad en el manejo y orientación de los ciudadanos es palpable. No los respeta nadie porque no tienen capacidad para hacerse respetar. Aunque lo más grave es la ignorancia y la violación de las normas de movilidad urbana de la ciudadanía en general.

Lo peor es que todos terminamos siendo víctimas de este caos.

En el fin de semana pasado, cuando esperaba detenido y con la luz direccional activa en mi vehículo particular para poder hacer un cruce permitido, un motociclista a velocidad excesiva colisionó conmigo llevándose el espejo retrovisor y causando un rayón en la puerta del conductor. El golpe fue fuerte y obviamente se cayó. Afortunadamente no tuvo ninguna lesión en su humanidad, fuera del susto. Un accidente menor pero jarto. Mi reacción fue tranquila y decidí no reclamar por el daño porque, además, conozco la justicia kafkiana para este tipo de querellas.

El corolario es que cuando en un par de minutos había resuelto el incidente, aparecieron como por arte de magia dos ambulancias afanadas por “hacer su negocio”.

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