Por: Carlos Tobar
El gobierno actual en su afán de proclamar el cambio ha propuesto reemplazar los ingresos por explotación de combustibles fósiles por los generados por la industria del turismo. Aunque el reto es enorme, como quiera que tocaría multiplicar por 3 o más veces los actuales resultados de la industria turística, la aspiración es plausible.
Pero, como una cosa es la que se piensa y otra la que resulta, la cruel realidad se está atravesando en este propósito gubernamental. En menos de dos meses se han quebrado dos empresas aéreas de bajo costo vitales para la movilización de pasajeros, especialmente de la clase turista. La desaparición de Viva Air y Ultra Air (el 20% del mercado nacional) significa un golpe fuerte no solo para la misma industria de aviación, sino para la industria del turismo.
Representantes de las agencias de turismo, de viajes, hotelería, restaurantes, esparcimiento…, están señalando que ad portas de la Semana Santa -una de las temporadas vacacionales más importantes del año-, la reducción de los negocios pueden superar el 30% de lo esperado.
Un golpe de gran magnitud por donde se mire. En la generación de empleo, uno de los resultados dolorosos; la reducción de la rentabilidad de las inversiones cuantiosas que se han hecho recientemente bajo estímulos gubernamentales; la desmotivación hacia el turismo de usuarios nacionales y extranjeros.
Si a la inestabilidad y el retroceso de la industria de la aviación, que hace muchos años viene de tumbo en tumbo, no se le pone atención el estancamiento de la industria turística podrá cubrir varios años. Porque no nos digamos mentiras, ante el retraso y la baja calidad de las carreteras nacionales, la otra forma de mover masivamente pasajeros, él sector puede afectarse de manera sensible.
Y, surgen muchas preguntas: ¿por qué bajo la política de “cielos abiertos” impuesta por los grandes monopolios de la aviación mundial, el país renunció a una política nacional que esté orientada a la permanencia, estabilización y desarrollo de nuestra industria aérea? ¿Podemos aceptar condiciones de operación que no garantice la movilidad de los colombianos? ¿Las utilidades de explotar un mercado aéreo interno se reinvierten en el desarrollo nacional?, o se las lleva sin ninguna contraprestación el capital financiero usufructuario real del negocio?
Lo cierto es que la industria del turismo está desprotegida en un sector que es vital para su permanencia y crecimiento. No se entiende cómo el gobierno nacional se propone el turismo como una de sus principales apuestas si este problema no tiene una solución duradera en el tiempo.
Para el Huila el problema es más acuciante. Porque no solo no funcionan empresas de transporte aéreo con la dinámica que exige la proyección turística, sino que las principales vías terrestres del orden nacional, regional o local, están en condiciones deplorables.
No en vano sé quejan hoteleros, restauranteros, operadores turísticos, transportadores y toda la cadena de servicio de la “industria sin chimeneas” que queremos convertir en la columna vertebral de la economía regional.